Tengo 22 años, soy licenciado, tengo dos trabajos y vivo con mis padres.
Soy un hombre con suerte, y como la Navidad es tiempo de acción de gracias, quiero desagradecer a todos los que han hecho posible tan pomposa situación. Desgracias al Ministerio de Trabajo y al Departament de Treball, quienes, con su inestimable ayuda, han permitido, permiten y permitirán que cada mes cobre 100.000 pelas y me puedan echar cuando quieran sin pagarme casi nada. De verdad, muchas desgracias.
También quiero desagradecer al Ministerio de Fomento, al Departament d'Obres Públiques de la Generalitat y a las inmobiliarias y constructoras chupasangres el que no me pueda emancipar sin riesgo de no comer. Y no es que los alquileres estén caros, no, lo que pasa es que yo -igual que todos los jóvenes- me lo gasto todo en drogas, porque es lo mío y porque soy amoral, inmoral y acrítico, y no conozco otra distracción.
Debo también desdar las gracias al Ministerio de Educación, por mi no-beca y por hacerme pagar 50.000 pelas más al año por estudiar una segunda carrera, porque aprender no tiene precio y porque si no, o las tiraría al suelo o me las fundiría en el bingo.
Por último, muchas desgracias a todos los empresarios que dicen que los jóvenes debemos pasar por todo esto: sigan poniéndonos cadenas; pero no se descuiden, porque un día encontraremos la llave. Y lo que haremos no les hará ninguna gracia.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 30 de diciembre de 2002