Selecciona Edición
Selecciona Edición
Tamaño letra
VISTO / OÍDO

Aznar castiga sin piedra ni palo

Franco, eso sí, tenía la pena de muerte, y hasta las escuadras de monárquicos, falangistas, requetés, católicos y otros aficionados que mataban al borde de las carreteras. ETA mantiene esa tradición tan española -luego dirán que no lo son-, aunque, todo hay que decirlo, en mucha menor medida. Privado de tal salida, porque Europa no lo acepta y pronto estará escrito en esa constitución confesional que nos van a dar, Aznar quiere elevar la pena máxima a 40 años de presidio: hasta ahora era de 30, desde que se abolió la perpetua. Y obliga a su cumplimiento íntegro. Franco mantuvo los 30 años; y los condenados no los cumplían. Lo sé por las cosas de casa: mi padre, condenado a muerte, tuvo una conmutación por 30 años, y antes de los cinco salió. Eso sí, deshecho y privado de sus profesiones, pero salió. Aznar sobrepasa esa tradición jurídica que respetó Franco. Aznar, ese hombre, se lo anunció a su agencia Efe con especial insistencia en que se trata de castigar seriamente a los terroristas, que es el móvil del cambio en el viejo Código Penal: "Para hacer una democracia madura, sólida". La prefiero juvenil y abierta. Pero en unas palabrillas imperceptibles añade que se aplicará "a delitos que puedan tener un carácter criminal especialmente grave", y los cumplimientos de las penas en su totalidad van a todas las sentencias firmes.

Me parece que Aznar se aleja, una vez más, de la civilización y de la cultura de este país. He comentado ya que el paso de los siglos y la aparición de penalistas y pensadores modernos fue modificando penas, castigos y cárceles; el salto al tiempo anterior me parece fuera de toda progresión humanista. La idea de que la cárcel tiende a recuperar al delincuente, a buscar su reinserción en la sociedad, es para muchos casos válida, pero para la mayoría probablemente no. Porque debía estar complementada con una acogida de la sociedad a los redimidos, y eso no ocurre. Menos, bajo el reinado de Aznar: el paro real, la contención de salarios, los contratos basura, el trabajo negro, el inmigrante, el aumento de la carestía de la vida -el oficial y el auténtico-, son hechos que llevan al delito. Hay otros, que son los grandes escándalos financieros: no sé si serán considerados como extraordinariamente graves.

Supongo que jueces y abogados, juristas y penalistas, y los filósofos que aún se mantienen tendrán algo que decir de esto.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 31 de diciembre de 2002