Es posible que en los próximos días británicos y franceses se echen las culpas mutuamente o que coincidan en dirigirlas hacia los capitanes de los navíos siniestrados, pero después de la catástrofe del Prestige y de tres accidentes en poco más de quince días en el canal de la Mancha han quedado en evidencia los sistemas de control y vigilancia en las costas europeas, y en especial en uno de sus puntos más transitados.
El 14 de diciembre, el Tricolor, un carguero noruego casi nuevo de trinca, chocó en el canal de la Mancha contra el Kariba, un carguero registrad en las Bahamas. El Tricolor, con una preciosa carga de casi 3.000 coches de lujo en su panza, se escoró y acabó tumbado sobre su flanco de babor en el fondo del canal de la Mancha. Pero en una zona de aguas tan poco profundas que su casco incluso sobresale de la superficie cuando la marea está baja.
Dos días después, el 16 de diciembre, el carguero alemán Nicola, de 95 metros de eslora y 3.000 toneladas, topó con el casco del Tricolor. El Nicola, en ruta desde La Coruña a Rotterdam, apenas sufrió daños de consideración y pudo desprenderse por sí mismo del Tricolor y dirigirse por sus propios medios a un lugar seguro. Los técnicos achacaron el accidente a un error de navegación del capitán del Nicola. Los restos del Tricolor se encontraban señalizados por dos balizas, pero, a pesar de ello, el buque alemán navegaba desviado media milla de la que debía haber sido su ruta.
Anoche eran cinco las balizas que en teoría señalizaban la presencia del Tricolor, pero eso no impidió el choque del Vicky. Pero esta vez no se trataba de un pequeño carguero vacío, sino de un buque de gran tonelaje y cargado con 70.000 toneladas de gasóleo. El accidente de ayer, cuyas consecuencias ecológicas aún no están claras, aunque los primeros indicios no apuntan hacia el catastrofismo, pone en evidencia otra vez el problema de la circulación de 400 buques mercantes al día por las aguas del canal de la Mancha, pero también da aún más realce a la preocupación de los ciudadanos europeos por las condiciones de seguridad del transporte de materias contaminantes y peligrosas. El precedente del Prestige no parece haber hecho extremar la seguridad en el transporte marítimo en la costa europea.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 2 de enero de 2003