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COLUMNA

Fuego

Son, ya, cuatro los inmigrantes muertos como consecuencia del incendio provocado en una de las dependencias de la Comisaría de Málaga. Queda, aún, por saber la suerte que van a correr otros seis inmigrantes, que también sufrieron quemaduras graves en este incendio. Una tragedia que ha hecho que el Defensor del Pueblo Andaluz plantee su queja para conocer las circunstancias que han permitido este suceso, poniendo el acento en el hecho de que no era razonable que traficantes y víctimas ocuparan la misma celda.

De nuevo, el Defensor del Pueblo se hace eco de una opinión generalizada de la sociedad. Su queja refleja que la actuación de los encargados de la seguridad de los calabozos, y por tanto de los detenidos, no fue la más acertada.

Es posible, como sostiene el subdelegado del Gobierno en Málaga, que la respuesta al incendio por parte de los agentes que se encontraban en el edificio fuera rápida e incluso que haya permitido limitar en alguna medida las consecuencias de este siniestro. Es posible, también, que se quiera responsabilizar a los que prendieron fuego a los colchones o a los propios inmigrantes por tener el atrevimiento de atravesar el Estrecho, para intentar sobrevivir. No sería de extrañar. Ana Botella, en el caso del Prestige, ha responsabilizado exclusivamente al barco, al capitán y al armador, sin que el fuel llegue a los ministros cazadores.

Sin embargo, aún cuando la actuación fuera la adecuada para sofocar el fuego -que no parece que lo haya sido a la vista de lo que ha sucedido- , cabe preguntarse cómo es posible que se haya podido originar el incendio. No es necesario estar muy ducho en esto de las detenciones para saber que todo detenido, antes de ser depositado en una de las dependencias policiales, es registrado, y se le retiran desde los cordones de los zapatos hasta las cerillas de los oídos. Con mayor razón de seguridad otras cerillas, mecheros, y hasta el chivatillo del tabaco.

De ahí que tratar de justificar una actuación policial de seguridad con base en una supuesta rapidez para sofocar un fuego, es ignorar que pudo ser evitado con unos registros que impidieran a los detenidos llevar medios, que les permitieran causar o causarse daños. Unos daños, y unos muertos, que no se han sabido evitar.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 4 de enero de 2003