Más de dos minutos estuvo el público de Chicago aplaudiendo ayer a Michael Jordan, que por segunda vez volvió al United Center con otra camiseta. Como ya ocurriera el 19 de enero de 2002, Jordan regresó con el escudo de los Washington Wizards. Emocionado, con las lágrimas contenidas, el ex jugador de los Bulls aguantó como pudo la ovación e, incluso, los espectadores silbaron al locutor del pabellón cuando interrumpió la aclamación para presentar a los jugadores locales. El líder de los Wizards, que barrieron a los Bulls por 107-82, anotó diez puntos, todos celebrados con alborozo por la hinchada local, y ni siquiera jugó el último cuarto. Tenía sus motivos: "Con 32 puntos de ventaja, sentí que el partido estaba acabado y no había necesidad de matar al rival; en otras situaciones sí, pero no contra los Bulls". Con Jordan sentado, a pesar de la paliza que estaban recibiendo los Bulls de Chicago, el pabellón estalló en un grito unánime: "Queremos que salga Michael".
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 4 de enero de 2003