Quiero expresar mi protesta por la indefensión en que nos encontramos los ciudadanos de a pie ante la creciente ola de criminalidad que nos invade. El pasado 25 de diciembre, después de la cena familiar de Nochebuena, me dirigí en busca de un taxi hacia mi domicilio. Eran las 2.15 de la madrugada. Atravesaba caminando una pequeña zona peatonal comprendida entre la calle de Mauricio Legendre y las torrres de la plaza de Castilla, cuando fui asaltado súbitamente por la espalda y con brutalidad, recibiendo un golpe seco entre el cuello y el hombro que me dejó inmovilizado.
Acto seguido comenzaron a estrangularme con un brazo colocado a modo de gancho y algo que supongo sería un cordel, correa, cinta... que me oprimía la garganta con fuerza, hasta que perdí el conocimiento. Desperté unos 20 minutos después (miré el reloj, que no me había sido robado quizá por falta de valor material); estaba tumbado boca arriba, en medio de charcos de agua y sentí un dolor en la garganta. Había sido arrastrado unos metros hacia una zona algo más oculta. Sí, me sustrajeron el dinero que llevaba encima (unos 90 euros) y el DNI.
Dado que en comisaría se me informó sobre el aumento espectacular de la delincuencia en la zona (al parecer, a raíz de la ubicación del intercambiador de transportes en la misma), mi pregunta es: ¿a qué esperan las autoridades competentes para extremar la vigilancia? o ¿habrá de suceder alguna desgracia para tomar medidas?
Yo he tenido suerte y puedo contarlo, pero podría haber ocurrido lo peor. Por otro lado, quiero dejar patente que el 091 no respondió a ninguna de las reiteradas llamadas que efectué después del suceso.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 5 de enero de 2003