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Crónica:La jornada de Liga | FÚTBOL

Un autogol hiela al Espanyol

Soldevilla marca en propia puerta y el Alavés sale de la crisis y hunde a los de Clemente

Todos temblaron en Mendizorroza, y no era sólo por el frío. Al Alavés le entró la tiritona en los primeros lances, y se acentuó cuando Milosevic adelantó a su equipo. El turno del Espanyol llegó después, cuando Jordi marcó el empate en lo que significa su primer gol de la temporada, y ya nadie les quitó el escalofrío del cuerpo a Clemente y sus chicos. La petrificación total llegó con el gol en propia puerta a un cuarto de hora del final. Fue una tarde gélida, lo habitual en Vitoria durante el mes de enero. Lo habitual entre equipos que saben que les espera una temporada en el congelador de la Liga.

ALAVÉS 2 - ESPANYOL 1

Alavés: Dutruel; Geli, Karmona, Téllez, Llorens; Magno (Edu Alonso, m. 83), Luis Helguera, Turiel (Rubén Navarro, m. 60), Ibon Begoña; Ilie (Iván Alonso, m. 89) y Jordi. Espanyol: Sergio Sánchez; Bertrán, Lopo, Soldevilla, Navas (Arteaga, m. 80); Domoraud; Maxi Rodríguez, Morales (Velamazán, m. 60), De la Peña (Posse, m. 71); Tamudo y Milosevic. Goles: 0-1. M. 18. Tamudo intercepta un pase a Téllez, centra, Maxi deja pasar el balón y Milosevic remata a bocajarro. 1-1. M. 32. Pase de Llorens para que Jordi estrelle el balón en el poste y luego marque. 2-1. M. 76. Servicio de Ilie, Rubén Navarro rompe el fuera de juego y su centro-chut golpea en Soldevilla, que marca en propia puerta. Árbitro: Esquinas Torres. Amonestó a Luis Helguera y Téllez. 14.170 espectadores en Mendizorroza.

No hubo sitio para la genialidad ni el buen gusto. En Vitoria, tan acostumbrados como estaban al caviar, ya se han hecho a la idea de que espera un largo invierno de mortadela. En el Espanyol, la llegada de Clemente es la prueba definitiva. Es el tercer entrenador que se sienta en el banquillo más caliente de la Liga. Ayer, efectivamente, se sentó por fin, con sus papeles en regla. "Hay trabajo, hay trabajo", repitió Clemente el día de su presentación. Y sí, hay trabajo en el Espanyol para quien se sienta capaz de desviar el carril que ha tomado el equipo. También lo hay en el Alavés.

A Mané no se le puede reprochar falta de intentos por reparar la crisis. Lo intentó con Iván Alonso. Cuando a éste se le agotó la pólvora, colocó a Rubén Navarro. Pero éste no sea tal vez el mejor delantero en momentos en que se exige rabia. Es demasiado frío y el Alavés pide calor. Mané buscó ayer el abrigo de Ilie, el jugador que está resolviendo los últimos apuros. Él y sus escuderos (Magno, Jordi, Ibon Begoña, cada en lo suyo) sacaron el partido adelante, pero no convencieron a nadie de formar la fórmula definitiva. Se les presuponía rapidez, y prevaleció la lentitud. Se les pedía juego entre líneas, y hubo ausencia de juego. Pero no son ellos los culpables. Es la situación general. Cuando el colectivo no entusiasma resulta difícil salirse del guión.

Se entró en un partido hosco, remilgado y lento. Al parecer, se prohibió circular por el campo a más de 20 por hora, y hubo que esperar a que llegara algún balón suelto por las áreas para encontrar algo que recordar. Esas jugadas las suele protagonizar gente avispada, del tipo a Tamudo, ante gente despistada, del tipo a la versión reciente de Téllez. Un robo de balón del primero al segundo terminó en el primer gol de la tarde. La grada de Mendizorroza se heló. El equipo se vio condicionado por el murmullo y por la tenaza de la clasificación. Si ayer no gana, entra en puestos de descenso. Con el gol de Milosevic, la grada centró la discusión en Téllez. Nadie discute sus condiciones para el fútbol, sino su estado anímico dentro del grupo. Unos le pitaron a cada toque, otros aplaudieron para acallar la protesta. Y, en ésas, el Alavés se temblaba entero, sin liderazgo ni rabia.

Con el Espanyol cómodo en su sillón, entró en acción De la Peña, que no ha perdido el buen toque aunque sí el sitio (ayer fue volante izquierdo). Él pidió la pelota, participó en la estrategia y dio el toque anacrónico al partido. Parecía que era un jugador poco apropiado para ese día, para los tiempos que corren. Pero realmente se integró.

Al Espanyol, sin embargo, también le pueden los temblores, más incluso que al Alavés. No aguanta la cuerda mucho rato. El Alavés se le echó encima con más voluntad que calidad y encontró algún hueco para recuperar el aliento. Le empató. Fue más un accidente que otra cosa, porque el equipo de Clemente siguió con más criterio, si algún equipo lo tenía. Pudo haber retomado la iniciativa, aunque no supo interpretar el momento. No aprovechó un lapso de desconcierto alavesista tras los cambios, cuando Jordi, ayer delantero, cayó a la banda e Ibon Begoña, uno de los mejores, retrocedió de su costado izquierdo natural al pivote. De la Peña fue quien más cerca estuvo, incisivo siempre y al contrapie. Pero Clemente lo sentó. Ahí se acabó el Espanyol. Porque poco después Soldevilla remataba a su portería un disparo de Rubén Navarro dirigido a ninguna parte.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 6 de enero de 2003