Es un payaso: seguramente, Chávez de Venezuela es un payaso. "Vesti la giuba e la face infarina...". Se puede decir de millones y millones de habitantes de su país, los que le han votado ya dos veces, son unos payasos. Nada más distinto que, por ejemplo, la foto del día en varios periódicos: un quinteto con un hombrecillo de chaqué, una dama feúcha pero de una elegancia teatral, un altísimo señor vestido de marino de opereta y dos bajitos también de chaqué, llegando al palacio de Oriente para celebrar la Pascua Militar. La Reina, el Príncipe heredero, el presidente del Gobierno, el de Interior.
Más identidad tienen nuestros personajes de vieja leyenda de cuadro viviente con los que salen a las calles de Caracas a derribar al payaso Chávez: bien vestidos, bien comidos, buenos músicos para la serenata de las cacerolas que se compuso en Santiago de Chile. Se distinguen fácilmente de los otros, de los "bolivarianos" -por cierto, ¿por qué se insiste en que Bolívar fue demócrata? Era un caudillo que combatía las falsas democracias y los restos de un imperio-, que son rotos, pelados, lumpen. Los de los ranchitos. Como los ranchitos de Brasil, que allí se llaman favelas. Lula les acaba de regalar las tierras que ocupaban: o sea, nada. Títulos de propiedad de las casas de latas y maderas donde viven. Me temo que pronto tendrán que pagar impuestos por ser propietarios, licencia de caza para las ratas, y que entren en la compraventa. Ellos, que querían bajar a la ciudad y quedarse con todo, pobres revolucionarios negros. Alguna vez hablo de la enorme inteligencia de la derecha española al convertir en propietarios a los españoles: de su piso, de su coche, de su taxi o su taberna. No tienen nada, lo tienen los bancos: pero ellos tienen mentalidad de propietarios.
En este mundo quevedesco, pocas veces cervantino (ni Quijote ni Sancho), estamos condenando a Chávez y le vamos a ver morir -salir del cargo; quizá, realmente, morir- porque es un payaso que habla con torpeza, se viste mal, se le tuerce la banda y no está seguro de quién era Bolívar; estamos diciendo que no es un problema de ricos y pobres, sino de que las clases medias ascendentes se han visto privadas por el demagogo apayasado. Y es que a nosotros no nos faltan palabras distinguidas. Las hemos inventado.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 8 de enero de 2003