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'LA VIDA DE RITA' / TVE-1 Y 'LONDON STREET' / ANTENA 3

Martes de risa

Las leyes de la programación han querido que dos series españolas coincidan el mismo día (martes) y a la misma hora (de 22.00 a 23.00). En Antena 3, London Street, cuenta el viaje a Londres de un estudiante obligado por sus padres a completar su formación académica. Allí será abducido por la colonia española de buscavidas y por la familia freak que lo acoge, heredera de Los Roper. El reparto de caras poco habituales anima una comedia que, pese a una concepción algo primaria del argumento, utiliza con eficacia los malentendidos de maletín e identidad sexual.

El hecho de situar la acción en Londres permite a los guionistas incluir andanadas antibritánicas que podrían desestabilizar la negociación para recuperar Gibraltar. Lluvia incesante y mala comida son las razones que Fernando, el protagonista, aduce para desear volver a su soleada España. ¿Qué le detiene? Una camarera, interpretada por la refulgente Paula Echevarría, capaz de reciclar un papel de chica-florero en la mejor sorpresa de la serie. Sabiendo lo que esperan de ella los que ya quieren encasillarla, Echevarría se resigna a desvestirse y vestirse pero, al mismo tiempo, derrocha telegenia diciendo sus diálogos (duros de pelar) con la naturalidad de los buenos comediantes. Le cubren las espaldas dos secundarios de lujo: Manuel Manquilla, gallego oficial de la ficción audiovisual, y Ana Álvarez, que, como siempre, justifica que no cambiemos de canal.

Mientras tanto, en TVE, La vida de Rita propone una comedia menos frívola y más pretenciosa. Centralizada en el bar regentado por Verónica Rita Forqué, las relaciones entre personajes destilan un existencialismo que convierte cada situación en algo más que un festival de palabrería fácil. A veces da la impresión de que por cada chiste tengamos que pagar el peaje de un aforismo sobre la guerra de sexos o de una confesión excesivamente literaria entre madre ex hippy eternamente joven e hijas desconcertadas.

La serie cede a Verónica Forqué casi todo el protagonismo: mohínes, candidez a granel y una sinfonía de músculos faciales trabajando por el bien de una causa que no siempre triunfa. Lo que más me gustó fueron los hombres, representantes de una masculinidad en fase evolutiva, interpretados por unos Juan Echanove y Pepón Nieto que logran dar matices a unos diálogos difíciles que, tras una aparente liviandad, esconden una profunda amargura.

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* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 10 de enero de 2003