El sacerdote Francisco Villar bendice a un perro en brazos de su dueña. No es más que uno de los cientos de animales que los madrileños llevaron a consagrar al templo de su patrón san Antonio Abad (conocido popularmente como san Antón) en la calle de Hortaleza. Abundaron perros y gatos, pero también otras especies como caballos, tortugas, cocodrilos, cobayas, conejos y, por supuesto, canarios.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 18 de enero de 2003