El historiador británico Hugh Thomas clausuró ayer en Sevilla el congreso internacional que conmemora el 500 aniversario de la Casa de la Contratación. Thomas, especializado en los conquistadores de América del siglo XVI, explicó cómo desde los puertos andaluces se enviaban libros de caballería con destino al Nuevo Mundo. "La Casa de la Contratación tuvo muchas responsabilidades, pero la más importante fue la difusión de libros", dijo.
Thomas recordó que Carlos VIII de Francia e Isabel La Católica eran "ávidos lectores" de novelas de caballería. No fue hasta 1550 cuando la Casa de la Contratación determinó que los títulos de las obras debían registrarse "para evitar que los libros prohibidos, incluida la Biblia traducida a lenguas vernáculas, llegasen Indias". "Era normal someter a los tripulantes de los barcos a interrogatorios sobre libros", comentó en referencia a las obras luteranas, calvinistas o sospechosas de herejía, especialmente si eran extranjeras. En 1583 se publicó un índice de libros prohibidos: "Representantes del Santo Oficio se instalaron en la Casa de la Contratación, donde revisaban todos los libros, a los que daban su visto bueno o su condena".
La exportación de libros de caballería a América, prosiguió el hispanista, ya fue prohibida por la Corona en 1531, y esa orden se extendió a la edición de esas novelas en Indias, en 1553, "pero seguían apareciendo en las listas de los libros que se enviaban". Según Thomas, Amadis de Gaula, la célebre novela de cabalería que en el siglo XVI sería traducida a las lenguas europeas más importantes, captó lectores en monasterios, cortes, barcos y en el Nuevo Mundo.
El hispanista cree que muchos conquistadores, como Hernán Cortés, tenían conocimiento de los libros caballerescos y se empaparon de su visión de un mundo de grandes hazañas y adversidades con héroes y monstruos. De ahí los nombres de lugares cuyo origen es literario, desde el río Amazonas a La Patagonia o California. La edición del Quijote en América en 1605 pondría fin al envío por mar de esta novelas.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 19 de enero de 2003