La definición clásica de riesgo financiero y que más debate ha suscitado es la volatilidad. Definida como la desviación típica de los rendimientos de una serie de precios, es usada como medida de la incertidumbre sobre la rentabilidad de un activo. La volatilidad, sin duda, es muy usada entre los profesionales como indicador del riesgo de mercado asumido en una cartera de activos gestionada y de la que se derivan las modernas técnicas de control de riesgos.
Otra medida de particular interés derivada de la anterior es el Tracking Error (TE), entendido como la volatilidad relativa de una cartera de activos frente a un benchmark o cartera de referencia. Ésta es, estadísticamente hablando, la desviación típica de las diferencias de rendimientos en el mismo periodo de una cartera de activos frente a otra que sirve de referencia. Con el TE medimos el grado desviación de rendimiento que el gestor ha propiciado frente a la cartera de referencia en busca de mejores resultados.
Periodos de ocho sesiones bajistas y dos alcistas no son especialmente volátiles, pero implican una caída de valoración de los activos
Sin embargo, el concepto tradicional de riesgo no encaja tanto con el concepto de volatilidad. Dentro del mundo de la inversión, tanto para particulares como para la mayoría de empresas, y no tanto para los gestores de las mismas, el riesgo vendría definido por la posibilidad de perder total o parcialmente el capital aportado por el inversor (downside risk).
La volatilidad y el downside risk tienen, evidentemente, muchos elementos en común, pero no siempre se mueven en la misma dirección, ya que para periodos tendenciales continuados, más acentuado en periodos alcistas, la volatilidad de las inversiones tiende a ser menor que con mercados atendenciales. Así, periodos de ocho sesiones bajistas y dos alcistas no son especialmente volátiles, pero implican una fuerte caída de valoración de los activos.
En definitiva, un profesional de la gestión que tiene definida su cartera de referencia realizando una magnífica gestión si consigue rentabilidades significativamente superiores a dicha cartera aunque acumule fuertes pérdidas en términos absolutos, que puede no ser su verdadera medida de riesgo.
Alfonso Benito y Alberto Ruiz pertenecen al Grupo Analistas.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 19 de enero de 2003