"La mejor manera de evitar que las armas de destrucción masiva lleguen a manos de terroristas es destruirlas. En el mundo hay 20 países que no tienen la protección adecuada en sus materiales radiactivos", denunció ayer en Londres el ex senador estadounidense Sam Nunn. Copresidente de la organización Iniciativa Amenaza Nuclear, Nunn encabezó en los años noventa la campaña de presión que acabó convenciendo a la Administración norteamericana de la necesidad de fomentar e incluso financiar la destrucción de los arsenales de armas nucleares, químicas y bacteriológicas en la antigua URSS.
Ayer fue el invitado estrella de un seminario organizado por el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos sobre el acuerdo alcanzado el año pasado entre Rusia y los países del G-8, por el que se destinarán 20.000 millones de dólares en 10 años a la destrucción de esos arsenales.
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Mientras los funcionarios y representantes de algunos de los países firmantes (Francia, Italia, Alemania, Japón) se congratulaban complacientes del éxito alcanzado, el representante de Estados Unidos se quejó de la ausencia de proyectos concretos desde entonces, y el de Rusia ponía algunos puntos sobre las íes. Por ejemplo, se felicitó de la decisión de su Gobierno de no seguir la recomendación occidental de formar un organismo multilateral "para que nos diga a nosotros lo que tenemos que hacer", y les pidió en cambio que gasten en Rusia el dinero que destinan a la destrucción del armamento.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 21 de enero de 2003