Aunque los destinos de su poderosa Fiat no siempre fueran coincidentes con los de aquella nuestra Seat, que yo presidía, debo reconocer que Giovanni Agnelli, con quien tuve el privilegio de negociar, y a veces la amargura frustrante del desacuerdo, fue un hombre de excepción, uno de los personajes universales de los últimos cien años.
Su educación y elegancia en el vivir, a veces en el gozar y sufrir, como pudiera corresponder a un patricio romano, Agnelli tuvo la curiosidad permanente del hombre renacentista que navegaba con igual entusiasmo por los mares del arte o de la cultura, que podía bucear como teórico de la sociología, o admirar los últimos desarrollos de la tecnología. Pero sobre todo fue un gran capitán de empresa. Él significó una fortuna para Fiat, que a su vez constituyó, y valga la redundancia, su propia larga y ancha fortuna patrimonial.
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Durante muchos años, Fiat fue la mano industrial del Gobierno italiano. Las políticas sociales de Corso Marconi pasaban a formar parte de las leyes laborales de Italia, con particularidades como la famosa cassa integrazione que, adoptada por el Gobierno e implantada por Fiat, hacía equivaler la más rabiosa de las empresas privadas a las entonces privilegiadas empresas públicas. Y el artífice del éxito sociopolítico de la norma era siempre Giovanni Agnelli, y en honor a la historia, su beneficiario también.
Durante muchos años, sobre todo en tiempos de bonanza, Agnelli consiguió que lo bueno para Fiat fuera bueno para los italianos.
Por el contrario, hasta cierto punto puede creerse que la decadencia actual de su imperio ha estado relacionada con su decadencia física vital, que en el día de hoy ha marcado su cruel punto final.
Fiat, en sus cuarteles generales de Torino, echará de menos por siempre a su emperador Giovanni Agnelli. La Italia industrial y hasta la política, también.
Hoy, Europa ha perdido a uno de sus hombres universales tan necesarios en estos años en que nuestro Viejo Continente necesita más que nunca reforzar su personalidad, su identidad y su unidad.
Juan Miguel Antoñanzas, ex presidente de Seat, es presidente de honor del Instituto de Empresa.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 25 de enero de 2003