Cuando comience la guerra, los iraquíes, los árabes, los países europeos, pensarán que los españoles hemos apoyado toda la destrucción ocasionada; no José María Aznar, ni siquiera el Partido Popular, sino todos los españoles.
Pensarán que hemos sido partícipes de todas las muertes de personas inocentes, de la destrucción de un país, de la creación de más odio para más guerras. Pensarán que todos nosotros facilitamos que las multinacionales se hicieran con las empresas iraquíes y que a ellos les concedimos ayudas para poder reconstruir el país, pero sólo les servirán para desde entonces contar con una deuda que deberán pagar cada año y nunca poder salir de la pobreza en la que vivan.
Pensarán que a los españoles, como a los norteamericanos, nos han dado la posibilidad de juzgar todo aquello que no sea nosotros mismos y la capacidad de destruirlo a nuestro gusto. Y lamentablemente tendrán razón porque todos los españoles somos culpables, unos por apoyar una guerra y otros por que no hacemos lo suficiente para pararla.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 25 de enero de 2003