Fue en la fila 13. Justo en medio del avión. Por detrás de las butacas que ocupa el equipo y delante de las de la prensa. Louis van Gaal y Joan Gaspart se sentaron solos y estuvieron charlando serenos. Hablaron de tácticas. Alguien oyó como el holandés citaba a Saviola. Los jugadores permanecieron ajenos a la escena. Unos leyendo revistas y otros rellenando autodefinidos. Ninguno de ellos miró ni una sola vez hacia atrás. El avión despegó poco antes de la medianoche (el aeropuerto de Vigo cerraba a las 24.00 horas) y cinco minutos después la conversación acabó. No se sabe si ya entonces Gaspart le había comunicado a Van Gaal su destitución. Poco antes, los empleados de seguridad del club, que acompañan últimamente al equipo, pidieron a los fotógrafos y a los cámaras que respetaran la intimidad del momento. ¿Intimidad? Gaspart no la buscó. Fue una obra de teatro más como la del día del Sevilla, cuando se flageló ante la grada. El club no lo comunicó, pero el despido fue representado ante todos.
Van Gaal reaccionó después con ira y se le vio discutir acaloradamente con Gaspart con el rostro enrojecido, moviendo la cabeza, acercando la oreja derecha al rostro del presidente para oír mejor. Gaspart movió airadamente los brazos. Los dos aceptaron la frugal cena (un bocadillo) y los refrescos que les ofreció la azafata. La escena rozó el escarnio porque Francesc Closa, el vicepresidente, que ya había alentado la destitución pese al 0-4 del Mallorca, no se perdió ni un segundo de la misma. Estaba sentado también en la fila 13, pero en el otro bloque de butacas, y se levantó y se colocó ante la pareja, con los ojos oblicuos, clavando en Van Gaal miradas inquisidoras y llenas de desdén. Poco después, discutió con Josep Miquel Terés, el jefe de prensa, y luego departió, sin disimular su alegría, con Enric Reina y Montoliu. Fue la imagen del triunfo de los coroneles. Chema, el encargado del material, y Carlos Naval, el delegado del equipo, se arrodillaron en sus butacas y presenciaron serios el final. Sobre esa hora, unos 15 socios se habían apostado ya en la terminal de El Prat. La dirección del aeropuerto reclamó entonces refuerzos a la policía y la Guardia Civil.
Cerca de la 1.00 se anunció que se iniciaba la maniobra de aproximación a Barcelona y la conversación entre Gaspart y Van Gaal se acabó. El avión aterrizó a la 1.20 y ahí empezó lo peor. Van Gaal tomó la primera jardinera y Gaspart y los directivos, la segunda. El presidente no aceptó la oferta de los responsables de El Prat de salir con el autocar por la puerta de atrás para esquivar a los hinchas. El holandés llegó el primero a la terminal y fue recibido por Xavier Pérez Farguell, el director general. Casi pareció que le daba el pésame. Periodistas, guardias y una veintena de socios se agolparon tras ellos. "El presidente viene detrás", le dijo Van Gaal a Pérez, mientras agarraba su maleta con ruedas. Y Gaspart apareció con la cara enfurecida y dio a su director general y a su entrenador un olímpico plantón. Ni se paró. Sólo le dijo esta frase a Pérez: "Tú preocúpate de tus problemas que yo ya me preocuparé de los míos".
Las puertas acristaladas de la terminal se abrieron y allí se los encontró. La veintena de socios corrieron hacia él y le pidieron a gritos la dimisión. Gaspart tuvo que ser escoltado por los guardias civiles y la policía hasta que, solo, se fue a buscar su coche al aparcamiento. "¡Vete! ¡Florentino estará contento! ¡Eres un inútil! ¡Va a ser el primer año que nos quedemos sin ir a Europa! ¡Nos vamos a Segunda! ¡No eches a Van Gaal, vete tú!". La persecución duró varios minutos hasta que Gaspart exclamó: "Por caridad humana, dejadme en paz".
Dos policías formaron una barrera, los seguidores desistieron y las cámaras apagaron los focos. Van Gaal, mientras, que se había quedado con cara de póquer, salió a la terminal y recibió el saludo de aficionados que le pidieron autógrafos y retratarse con él. No dejó de hacerlo hasta que desapareció con el resto del equipo en el autocar camino del Camp Nou. Gaspart, entonces, como hace dos años, cuando destituyó a Llorenç Serra Ferrer, se fue, solo, a buscar su coche.
El paraguas protector de Van Gaal se ha cerrado. Los escudos se han acabado. El Barça va camino, por cuarto año, de no ganar nada, está a tres puntos del descenso, con la amenaza de cierre del Camp Nou, con la economía debilitada y con hinchas radicales que amenazan a diario con desmanes. Este es el legado de Gaspart y el tumulto de ayer, posiblemente, una muestra microscópica respecto a lo que le aguarda ahora en el Camp Nou.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 28 de enero de 2003