El 20-N de 1975 Arias Navarro apareció en la tele llorando. Arias Navarro era un criminal, un pollo que en la guerra había renovado la disciplina, un alcalde de Madrid ñoño, uno de los responsables de las últimas penas de muerte por aquí abajo. Y, sin embargo, mientras lloraba y decía aquello de "hijos de..., habéis matado a Kenny", conmovía. Aquél tal vez fue el único momento universal de un sectario como Arias Navarro. Por unos segundos A. N. fue como todo el mundo en algún momento de la vida. Ese momento en el que el pie se queda sin suelo. Se trata de un momento absolutamente turbador. Tanto que si el lector en este momento invierte cinco minutos en recordar la última vez que se vio o vio a alguien intentando caminar sin suelo, es posible que no pueda continuar con esta lectura.
El presente artículo va sobre Van Gaal. Van Gaal, desde luego, no es Franco -sólo hubo uno-, ni A. N. -sólo hubo varios millones-. El contacto con A. N. que planteo es tan burro y poético como el de ser una persona que no cae bien y que, sin embargo, zas, puede conmoverte en un segundo. Este artículo pretende analizar las razones por las que Van Gaal conmueve, las razones por las que en este momento es una persona que camina sin suelo debajo de sus pies.
Tras Rexach, el Barça se quedó sin suelo. No sólo no tenía entrenador, sino que ningún entrenador barcelonizable quería venir a un equipo sin suelo, que contrataba jugadores aleatoriamente, sin suelo. La situación era caótica. No más que ahora. El caos admite nuevas imágenes, pero no graduaciones. O se está en el caos, o no. El Barça lo estaba y lo está. Es anecdótico intentar comprender por qué Van Gaal, un hombre que ya había fracasado y que se había quedado sin suelo en el Barça, decidió volver al Barça. Ni idea. En todo caso, lo importante es intentar comprender por qué el Barça buscó a Van Gaal. Empiezo a pensar que lo hizo porque necesitaba un suelo. Es decir, necesitaba que nadie llegara a la conclusión de que Gaspart era el único responsable del estado del suelo del Barça. Van Gaal ha cumplido con ese papel. Es el suelo endeble que soporta las pataletas. Sin él, las patadas se hubieran producido sobre Gaspart. Van Gaal, un hombre que no inspira simpatías, y que ha dilapidado todas las que tuvo, quizá está descubriendo, como el resto de aficionados, que vino al Barça porque era el ser más odiado en el Barça -nunca se odia tanto a dos como a uno-, que nunca fue el entrenador de un equipo sobre el que no controlaba ni los fichajes, ese gato encerrado. Simplemente fue alguien a quien odiar en lugar de otro. Un falso suelo, un elemento cohesionador en un club antaño cohesionado por una mirada extraña, hoy por el berrido, la caspa, como cualquier otro club. Como el de Piterman.
Van Gaal da lástima porque ha cumplido su función. Y ahora no tiene suelo. El Barça da lástima porque no tiene función ni suelo. Y va para largo. El president es Gaspart. Y la mayoría de la oposición inspira menos crédito que la oposición iraquí.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 28 de enero de 2003