Me parece absolutamente denigrante y lamentable que la atención recibida por los pacientes en un hospital sea equiparable en muchos casos a la que se les da a los cochinos que se dirigen al matadero. ¿Cómo se puede confiar en médicos y enfermeras que no dan ninguna explicación pese a pedirla con insistencia y que los fines de semana abandonan su obligación para delegarla en residentes sin experiencia? Diría que las complicaciones no entienden de vacaciones... Pero ¿acaso les importa? Quizá es normal que, en un hospital con tanto nombre como el de Vall d'Hebron, una enfermera me responda frente a la queja de que mi abuela llevaba horas con el pañal manchado y que se podía llagar: "Chata, aquí la atención no es personalizada". Y tampoco la pedimos, ya que para eso pasamos las 24 horas del día en el hospital sin confiar en su presunta eficacia. Lo único que esperamos es una mínima atención, porque esa mercancía que tienen en camas son personas aún vivas aunque a ellos no se lo parezca. Además, ¿cuál es la solución del problema? ¿Pagar una clínica privada donde el instrumental no es comparable con el que puede acceder la sanidad pública aunque la atención sí sea personalizada? A mí, que me lo expliquen porque no entiendo tanta impotencia.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 29 de enero de 2003