El sábado 18 de enero de 2003, a las 18.00 horas, en el paseo de la Florida, frente al número 18, hacía una tarde desapacible y lluviosa, mi marido y yo regresábamos a casa. Una persona pobre con problemas psíquicos estaba tirada en la acera. No hablaba, sólo producía sonidos guturales. No se podía levantar; lo intentamos nosotros, pero no podíamos con él. Llamamos al 112. Respuesta de la operadora del 112: "Debe ser el mismo indigente que hemos atendido hace un rato; mandamos una ambulancia, pero se negó a subir, y contra su voluntad no podemos hacer nada". Contestación nuestra: "¿Cómo saben que no quiere que reciba ayuda si no habla? Sólo produce sonidos guturales ininteligibles". La conversación sigue un rato en estos términos y después de insistir bastante, la operadora dice: "Bueno, avisaremos a los Servicios Sociales". Termina la conversación. No es un hecho aislado. Se producen todos los días por esta zona casos similares. Mientras unos malviven y mueren, otros nos creemos inmortales. Están cerca las elecciones. ¿Algún partido tiene algún programa real para incorporar a estas personas a la sociedad?
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 29 de enero de 2003