Enterada de las obras que se están realizando en la parroquia de Arahal, Santa María Magdalena, concerniente al cambio de solería total de la misma, datando la que van a quitar de 1891, habiéndole manifestado al párroco actual, don José Quirós Rodríguez, mi disconformidad ante tal hecho y habiendo recibido como respuesta que "es una cosa que hay que hacer porque gran parte de la misma está en mal estado", alegando que el "parchear" quedaría feo.
Sé que a la Iglesia como institución le debemos gran parte de la conservación del patrimonio y que es una tarea digna de alabarse, aunque no sea la más importante. Sin lugar a dudas sus mandatos no van por esos derroteros, más bien creo, estoy segura, de que ese gasto que va a hacerse en la mencionada obra podría, por ejemplo, emplearse en construir un albergue para transeúntes y familias desahuciadas (que las hay en Arahal) en los terrenos que el Ayuntamiento ha cedido a Cáritas.
Pero como no va a ser así, al menos tendrían que limitarse a eso, a conservar el patrimonio porque... que me diga alguien si esos mármoles, con más de un siglo, que acogieron a nuestros abuelos, a nuestros padres, a nosotros mismos, a nuestros hijos, que han despedido a tantas personas... pueden ser sustituidos por ningún otro, ni de la misma calidad material ni, por supuesto, de la misma calidad emocional. Pero eso, hoy en día, ¿le importa a alguien?
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 30 de enero de 2003