El secretario de Política Económica del PSOE, Jordi Sevilla, insistió el jueves en Castellón, como hiciera el pasado sábado en Alicante ante Joan Ignasi Pla, en que las listas electorales del PSPV no pueden confeccionarse en base a cuotas familiares. Es probable que desde el punto de vista de las formalidades lo que hizo Sevilla no fuera lo más apropiado (si bien es cierto que en privado, en coyunturas como las que cabalga Pla, esas cosas caen en saco roto, mientras que en público pueden tener un efecto familiar disuasorio, lo que quizá redunde en beneficio del jinete). Incluso puede que Sevilla no pretendiera otra cosa que situar a los suyos en la parrilla de salida. Sin embargo, siendo todo eso cierto, no anula el fondo del asunto: en los distintos juegos de listas que circulan por el mercado de futuros, a juzgar por los baluartes que concurren, da la impresión de que el partido todavía no se ha movido de 1995. Ocho años después de ser desalojado del poder, en el PSPV continúa impertérrito el matonismo orgánico que amparó Joan Lerma, y cuyo apoyo fue decisivo para que Pla alcanzara la secretaría general. Desde entonces, Pla, siendo el líder del PSPV, apenas ha dado muestras de ser quien lidera el partido. No tomó las riendas ante las primarias en el Ayuntamiento de Valencia, ni las ha tomado ahora que, en base a una perversión política que consiste en confundir la democracia con la aritmética, la familia más tradicionalista (que ha logrado sobrevivir en el partido disfrazada de renovadora) se le impone desafiando de nuevo al tiempo para perpetuar su presencia hasta el infinito y más allá. Sobre todo, tratando de justificar con su "tirón electoral" a un elenco pío de alcaldes (que no ensombrecen el halo de Ricard Pérez Casado ni ardiendo todos juntos con sus varas y sus hipotéticos escaños), cuando en la conferencia política de 2001 el PSOE aprobó una norma contraria a la duplicidad de cargos precisamente para que la gente percibiese mejor la renovación del partido. Aunque Pla sostiene que a la gente no le interesa quién va o no en las listas sino sólo el proyecto. Y ahí es donde el elector más pastueño del PSPV, los vividores y los intereses del PP se besan de morro.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 1 de febrero de 2003