Selecciona Edición
Selecciona Edición
Tamaño letra
OPINIÓN DEL LECTOR

Carta abierta a monseñor Estepa

Vivo en San Fernando (Cádiz) y pertenezco a la parroquia castrense de San Francisco.

Esta carta la escribo después de dejar pasar un tiempo, para hacerlo con los pies en la tierra y no visceralmente.

En muy poco tiempo pasaron por esta parroquia tres sacerdotes, uno de ellos terminó con depresión, debido a un grupo de personas que se dedicaron a hacerles la vida imposible.

El último de ellos, el padre Jesús Campos, trabajó en cuerpo y alma por sus feligreses, por los niños de su feligresía, por Cáritas parroquial y siempre dispuesto a atender a quién lo necesitara. De un plumazo, de la noche a la mañana, se le manda a un destino forzoso, a un rincón.

Parece ser que esto es debido a ese pequeño grupo, que se dedicaron a recoger firmas difamándolo para conseguir su traslado, y digo "pequeño grupo" porque la mayoría de los feligreses no estamos de acuerdo.

Esta es la cuestión que dirijo a monseñor Estepa, arzobispo castrense: nadie entiende que un párroco que dio nueva vida a una iglesia realizando una gran labor fuese tratado, sin motivo alguno, de tan mala forma. Usted es el único que puede contestar.

Que conste que hablo en nombre de mucha, mucha gente tanto de la parroquia como personas que han tenido que trabajar a su lado.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 5 de febrero de 2003