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COLUMNA

Qué película, señor Aznar

El sábado último fue memorable: Goya grabó al Gobierno con sus vergüenzas al aire, y lo expuso a la audiencia de la primera de RTVE. Tuvo que ser la gente del cine la que volviera a su naturaleza pública la televisión pública, aunque secuestrada y manipulada por Aznar y su cuadrilla ministerial. Actores, directores, cámaras, guionistas, dignificaron la gala de los premios de la Academia, exhibiendo una frase: "No a la guerra". Y más concretamente, no a la guerra de Irak. Algunos de los premiados, en uso de sus derechos y libertades, insistieron en la oposición a la barbarie que se va a perpetrar servilmente, a las órdenes de un Bush iluminado. La gente del cine fue el portavoz de ese 80% de la opinión pública contraria al aventurerismo bélico de nuestro genuflexo Gobierno, que la ignora y desprecia, y que carece de un medio de comunicación, como RTVE, para expresar su negativa; de un medio que siendo de todos y cada uno de nosotros, permanece bajo la ocupación de las centurias del PP. A los cineastas, premiados o no, les somos deudores de un espléndido espectáculo de libertad de expresión, de defensa de los derechos de todos y de las reivindicaciones de los más.

Por supuesto, el gobierno y algunos que no lo son, pero sí andan en los menesteres del peloteo, se han puesto a repartir deslealtades, insultos e improperios, que es de lo poco que saben hacer medianamente. Que si en la ceremonia no estaban previstas tales protestas; que si las manifestaciones no fueron espontáneas, sino orquestadas; que si Marisa Paredes debe dimitir. La ministra de Cultura, Pilar del Castillo, está con el soponcio calado hasta los huesos. No entiende que el votante se pronuncie, con corrección, dónde y cuando quiera, premeditada o espontáneamente. A la ministra le falta práctica democrática, como al Ejecutivo. Que aprendan en esa hermosa película, que nos ha ofrecido la gente del cine, ¿no le parece bien, señor Aznar? Por esa lección, todos los Goyas para cuantos han hablado, alto y claro, en nombre de millones de ciudadanos. Y ahora, a por otros ejemplos.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 5 de febrero de 2003