El pasado sábado, mientras veía en la televisión la ceremonia de entrega de los Premios Goya, me invadieron dos sensaciones intensas y sucesivas. La primera fue la sorpresa de presenciar actitudes y escuchar declaraciones críticas hacia el Gobierno en la televisión pública. La segunda fue la sorpresa de sorprenderme por ello. Porque, pensé, ¿a qué punto hemos llegado que nos parece sorprendente, por inusual, la crítica al poder en un medio de comunicación público y, por tanto, teóricamente objetivo y neutral? Igualito que antaño.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 5 de febrero de 2003