Los actores, y toda la literatura dramática, han creado el polo de atracción de la negativa a la "guerra" (asalto y destrucción de Irak), y el hipócrita se escandaliza. Su campaña me recuerda la primera del final del franquismo, la de la libertad de expresión. Y su encierro y huelga, famosos, que un jefe nacional del Sindicato del Espectáculo disolvió llamando a la policía (hoy se distingue por su plumilla en, claro, Abc).
Les costó la cárcel y el juicio militar a Boadella y Els Joglars, por el espectáculo La torna, contra la ejecución de Puig Antich, sólo posible tres años después, cuando ya habían muerto algunos de sus asesinos (los Nacionales); y otros se situaban para la democracia. La solidaridad con ellos creó la pegatina.
La reacción facha a este movimiento de libertad es muy característica. No se reprocha la consigna, el "No a la guerra", sino la situación, el lugar, los personajes. Les parece poco elegante hacerlo en los Premios Goya, y peor en el Congreso. No es correcto, dicen los que utilizan la nueva hipocresía. Parten de un buen pretexto: nadie desea la guerra, todos estamos en contra de ella, pero... El Parlamento está para los parlamentarios, no los invitados. ¿Y si los diputados no pueden hablar? O sea, si lo que llamamos "debate" no existe, porque el presidente del Gobierno y su afiliada la del Congreso sólo dejan un cuarto de hora a los otros grupos, y al gobernante todo el que desee, y sin preguntas ni respuestas, y éste se suma a la "guerra" ajena con militares, tropas y armas nuestras sin pedirnos permiso, ¿hay algún derecho a mostrar unas camisetas con el "No"? Ya se ve que no.
Pero ¿tiene derecho el Papa a lanzar una campaña directa y clara contra la "guerra"? ¿No debe limitarse a sus cuestiones religiosas? Teniendo en cuenta que este Papa fue Karol Wojtyla, actor de teatro en Cracovia, autor también (El taller del orfebre), de quien los ironistas dicen que se hizo Papa porque no tenía éxito, habrá que dudarlo: el cómico sólo puede decir lo que tiene escrito por el autor en un papel; no lo que se le ocurre. a él.
Esta imbecilidad que digo no es mayor que los argumentos de los plumillas y otros con peor pluma. Como la imbecilidad comparativa: si están contra la violencia ¿por qué no dicen "no" a ETA? El juego de la identidad de los terrorismos, sobre el que tanto trabaja Aznar. Tengo la sensación de que el nuestro es mucho peor que el de Sadam, que no sé si tiene alguna relación con el internacional: ni creo que tenga ni un solo microbio las masas.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 8 de febrero de 2003