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Tribuna:

Los lunes al sol

Educación ha decidido eliminar de las plantillas de los institutos la presencia de profesores de francés. Es éste un gravísimo error. Es un error pues las relaciones entre la Comunidad Valenciana y Francia son una constante histórica. Por ejemplo, en los hogares burgueses de los valencianos de mediados y finales del siglo XIX se recibían periódicos como Le Journal des Demoiselles, Modes Parisiennes, Le Monde Illustré y muchos otros. Otro tanto podemos decir de la Universidad de Valencia que estaba suscrita a revistas como la Revue Philosophique, Minerva, la Revue Scientifique y muchas más. En el plano real el rey Alfonso XIII se entendía en francés con la reina Victoria Eugenia; en lo que concierne a la literatura Blasco Ibáñez se declara hijo del novelista Emilio Zola y en la prensa valenciana se publican en primera página y por entregas las novelas más famosas de Hugo, Flaubert o Dumas.

La Diputación de Valencia becó a artistas como Agrassot, Benlliure o Sorolla para estudiar en París. Todo ello quedo reflejado en las palabras: explotar, financiero, bolsa, cotizar, efectos públicos, letras de cambios, garantía, endosar, aval...

Hoy los trenes de alta velocidad llevan motores franceses. Francia es la única potencia espacial europea y un batiscafo francés está tapando las grietas del Prestige. No quiero olvidar a todas las empresas francesas establecidas aquí pertenecientes al ramo de la alimentación, hostelería y automoción.

Desde hace cinco décadas Francia es el país que más compra e invierte en la Comunidad. Más de 400 camiones con productos valencianos descargan a diario sus mercancías en les Halles de París. En Cullera o Gandia la presencia de turistas franceses supera con creces a la del resto de otras nacionalidades. Los mirages de la base aérea de Manises, las marcas de coches (Citroën, Peugeot, Renault), los intercambios escolares; los viajes final de curso a París y decenas de otras actividades culturales y deportivas muestran que los contactos fructíferos para los dos partes son una constante. Añadamos a todo ello el hecho de que un gran número de localidades están agermanadas con una localidad francesa. Todo ello explica que no se puede enviar una documentación oficial a unos institutos donde se lea, profesores de francés: 0.

A todos los profesores de francés, a la asociación de profesores de francés, les encantaría que las autoridades comprendieran que la única manera de equipararnos con Europa no es comprando publicidad, sino trabajando por la enseñanza pública de calidad y ello pasa por la necesidad de estudiar dos lenguas extranjeras obligatorias y una optativa en nuestros sistema educativo. La escuela pública deba acabar con las desigualdades sociales y no perpetuarlas. En ello nos va la calidad de vida, el futuro económico y cultural de nuestra tierra, una sociedad más justa y nuestra dignidad personal.

Recaredo Agulló es profesor del IES Misericordia de Valencia.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 9 de febrero de 2003