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Crítica:TEATRO | 'LAS BICICLETAS SON PARA EL VERANO'

Veinte años no es nada

"Que veinte años no es nada..." cantaba el tango; veinte años han pasado por esta comedia, o sainete, o estampas, o lo que le da a uno la gana y está intacta. Veinte años han pasado por el mundo y lo han empeorado ligeramente y cuando los actores, en el momento del saludo final -las glorias, se dice en el teatro, y en la Academia- llevaban el cartel de "No a la guerra", lo que se acaba de ver y contar -Madrid fue la primera capital bombardeada: otra está a punto de serlo- le daban otro significado. Fernando ya es académico, no salió a saludar porque ha entrado -como yo- en la edad de las piernas cansadas, pero los aplausos iban para él -además, de para todos los demás-y se comentaba en el abarrotado pasillo la calidad de su diálogo, la ternura para con sus personajes, su toma de posición libertaria -con toda la amargura del desastre-, sus reflexiones sobre España y la guerra.

Las bicicletas son para el verano

(1982). De Fernando Fernán-Gómez. Intérpretes, Gerardo Malla, Gloria Muñoz, Julián González, Lucía Quintana, Sandra Ferrús, Enriqueta Carballeira, Julián Ortega, Charo Soriano, Cote Soler, David Lorente, Pedro G. de Las Heras, Marta Poveda, Susana Hernández, Pedro G. De Las Heras, Luis G. Gámez, Virginia Méndez. Escenografía, Daniel Blanco. Vestuario, María Luisa Engel. Iluminación, Quico Gutiérrez, La Latina. Música original y diseño sonoro, Vann Díez Doizy. Dirección, Luis Olmos. Teatro de La Latina.

Las críticas se debían reponer cuando se reponen las obras. A menos que todo sea muy distinto, y esto no lo es. Para mí es muy difícil una crítica distinta, por la intimidad con esta obra adquirida después: desde el momento mismo en que en este periódico la califiqué de obra maestra, y lo sigue siendo, hasta la introducción larga a la edición (Austral, Espasa) que se ha reeditado tantas veces, y la presentación del libro, y las conversaciones con el autor, con el que compartir en la infancia -la edad de las piernas ágiles- el ruido de las mismas bombas en la esquina que hacen nuestras calles. Prefiero tomar algún párrafo de esa introducción para informar de lo que fue y es: "En Las bicicletas son para el verano se recoge continuamente el sentido de las aspiraciones del grupo de personajes que pierde esta ocasión histórica: cambiar de vida y cambiar la vida. Toda esta presencia está resumida en la frase final del personaje Don Luis a su hijo Luis: "Sabe Dios cuándo habrá otro verano". Es obvio señalar el significado de la palabra "verano", referido al momento en que comenzó la guerra y a su símbolo de plenitud, de apertura.

Las bicicletas... no es de ninguna manera una obra de teatro social en el sentido de género literario. Los personajes no están especialmente oprimidos y explotados, no luchan, ni sus ideologías están claramente definidas al comenzar la obra: al comenzar la guerra. Van entrando poco a poco en una nueva vía que parece abrirse ante ellos. Es un cambio paulatino, que aceptan con miedo, con reserva pero que acaba por ganarles. Anselmo, miliciano anarquista -el pensamiento ácrata es una clave- ha hecho su canto ingenuo al futuro por el que pelea: "Primero, a crear riqueza; y luego, a disfrutarla. Que trabajen las máquinas. Los sindicatos lo van a industrializar todo. La jornada de trabajo, cada vez más corta; y la gente, al campo, al cine o adonde sea, a divertirse con los críos y con las gachís... Pero sin hostias de matrimonio. Amor libre, señor, amor libre... Libertad en todo: en el trabajo, en el amor, en vivir donde te salga de los cojones...".

Un personaje doble, repartido en dos papeles, Don Luis y su hijo Luis, representa toda la trayectoria de esta idea. Don Luis viene vencido desde antes. El depósito de la esperanza aparece, en cambio, en sus hijos: en Manolita que comienza a hacer posible una vida que hubiera parecido cegada -el teatro; precisamente el teatro como forma de libertad, de trasgresión-. Y sobre todo, en su doble, en Luis, con el que empieza y termina la obra. Luis es otra vez el punto de partida de Don Luis: la imaginación, la fantasía, la lectura, la vocación de escritor. Para él pueden estar abriéndose las nuevas vías, la nueva sociedad; y sobre él cae el peso de la derrota, la desaparición del verano, el fin de la esperanza".

Hace poco he dicho que no me parece lícito comparar: estos actores con aquellos, este montaje con aquél. Para mí aquél tiene un valor mítico y éste lo tendrá más adelante. Lo mismo ocurría en la sala del teatro: había supervivientes del estreno, y algunos de la guerra que se sentían en la casa de esta familia escénica. Había quien lloraba, o quien simplemente admiraba. Repito que la circunstancias de hoy y ciertas supervivencias de la larguísima posguerra dan un valor especial que muchos apreciaban. Cada uno lleva algo suyo al teatro, y lo modifica o lo repone, también, con lo que ve y oye.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 9 de febrero de 2003