Viernes 24 de enero de 2003. Lectura de un contrato de compraventa en una notaría. Todos los asistentes desactivan sus móviles, excepto el notario, que no sólo no lo desactiva, sino que interrumpe la lectura del documento para responder a una llamada.
Creo que al precio que cobran su tiempo estos señores podían tener la delicadeza de desactivar sus móviles los diez minutos escasos que dura el acto.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 9 de febrero de 2003