Soy mujer con 37 años y dos partos, y creo que entro en lo que se denomina "población de riesgo", en el perfil de mujeres que tienen que estar atentas y puntuales en sus revisiones ginecológicas. De ello deben ser conscientes las autoridades sanitarias, ya que acudí en abril de 2002 a consulta ginecológica en mi centro de San Blas (dependiente del hospital Ramón y Cajal) y me dijeron, ante mi estupefacción, que se pondrían en contacto conmigo para señalarme la próxima cita en año o año y medio.
Para mi sorpresa y la de mi marido, recibo por escrito esa comunicación, dándome la cita para abril de 2004. El año anterior ya tuve que hacer uso de recursos privados para acceder antes de junio a una citología, y por la carta de ayer supongo que tendré que claudicar ante los argumentos de diferentes mujeres del círculo de amistades, que acuden a consultas privadas.
Lo que no acabo de entender es cómo en una consulta en la que jamás hay retraso horario, en la que en 10 minutos soy despachada por el profesional que sólo me ha pedido una vez en cinco años que me tumbara para proceder a exploración ginecológica, tarden dos años en volver a citarme. Será que como soy una pobre ciudadana de a pie, no comprendo las razones macro-estructurales-de gestión sanitaria que dan lugar a tal hecho y no tengo derecho a saber.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 9 de febrero de 2003