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ZAPPING

Salvad a Paula

Pariente lejano de Waku-waku, pero sin la serena presencia de Nuria Roca (a la que vimos en Lo + Plus), el concurso Mi planeta, estrenado el domingo (La Primera, 20.30), abunda en el conmovedor tema de la naturaleza. Dos equipos, que incluyen a un niño por bando, se enfrentan a preguntas cuyo contenido va desde los géiseres a los envidiables movimientos de lengua del camaleón.

'Mi planeta'

Para retener la atención de los alérgicos a dejarse hipnotizar por extraños se recurre a la figura del famoso. Los encargados de cumplir con este papel fueron Alicia Ramírez, conocida por su notable vis cómica en El informal y La parodia nacional, y Ángel Llàcer, actor, dramaturgo y profesor de Operación Triunfo. Ayudando al equipo del niño Josechu, Llàcer demostró ser quien más en serio se toma la tele: la despoja de esa trascendencia tan habitual, hace la ola cuando acierta, se desploma cuando yerra, busca siempre los extremos para, como los grandes payasos, expresar el mayor número de cosas en el menor tiempo posible.

Ángel y Alicia

Ah, no lo había dicho: el encargado de presentar la cosa y leer preguntas aliñadas con un resbaladizo sentido de lo gracioso es Óscar Martínez, al que se suele comparar con Emilio Aragón, no sé yo si para elogiarle o hundirle. Nada del otro mundo, pues, aunque me pareció intuir a una posible gran pareja para un concurso: Alicia y Ángel. Deberían proponerlos para presentar la próxima gala de los Goya. Por cierto: ¿hicieron bien los actores y directores de cine que manifestaron su NO a la guerra? Les han acusado de inoportunos y demagogos y de instrumentalizar un acto público pagado por todos. ¿No es eso lo que hace el Telediario?

La isla de Paula

En lugar de hundirse como la Atlántida, La isla de los famosos se consolida como adictivo campamento freak. Una vez repatriado Máximo Valverde, acribillado por los sedientos mosquitos y por un Jimmy Giménez-Arnau que, viendo los toros desde la barrera, está que se sale, queda por resolver el problema de Paula Vázquez. Hay días en los que se la ve muy delgada, algo triste, melancólica. Algún dietista insensato le habrá comido el coco o su vida emocional no es todo lo esplendorosa que merecería ser. Desde aquí, le brindo mi apoyo y la invito, cuando regrese de este alucinante viaje hacia ninguna parte, a cenar y a comer para recuperar las calorías, el cariño, las risas y la vitalidad perdida. Resiste, Paula, que ya falta menos. Aunque yo tampoco estoy muy bien que digamos. Leo al maestro Juan José Millás, que se pregunta: "¿Saben de alguien que admita disfrutar con Salsa rosa?". Y, de repente, caigo en la cuenta de que alguna cámara oculta debe de haber obtenido imágenes en las que se me ve disfrutando con este viscoso espectáculo de los sábados. Qué vergüenza.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 9 de febrero de 2003