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VISTO / OÍDO

Mal, muy mal

Seguiré sin comprender el suceso este que ha lanzado Bush sobre la Tierra y que está llevando a situaciones imprevistas. Como la de que Rusia, China y Francia, miembros permanentes del Consejo de Seguridad, puedan poner el veto a una decisión -brutal, eso sí- de Estados Unidos. Me temo que al propio Bush le resulta tan incomprensible como a mí, pero por motivos distintos. A mí me parece un sujeto que debe ser rápidamente alejado del poder por el impeachment que previene las leyes: ha perdido la razón. No la razón pura, ni la razón práctica, que también, sino la razón mental. Pero eso no tiene sentido: acaban de votarle de una manera extraordinaria, y aunque se dan casos de que un país entero pierde la razón, Estados Unidos no está en esa pérdida, ni siquiera por el grave shock de las Torres Gemelas, que ya provocó una reacción inmediata dolorosa: la destrucción de Afganistán y la venganza cruel, propia o por los gobernantes implantados, de la población civil. Como entiendo que ante un asesinato más de ETA los que se sienten amenazados, tan injustamente como el que acaba de ser asesinado, pierdan la razón y acusen a los que no quieren esa guerra de Irak. Y terminen apoyando la guerra de Irak, y el Gobierno de Aznar que la sigue y participa. Muchas veces se dijo que Stalin había perdido la razón; que Hitler era un loco. Es cierto que ese totalitarismo de sí mismos, esa creencia de que han llegado a la categoría del dios verdadero, ya que el otro no parecía comunista ni nazi, puede provocar la locura que ya tuvieron los emperadores romanos o los faraones egipcios, que, bien mirados, no tenían ni una aproximación al poder de la que tienen ahora los poderosos. Sin embargo, un loco es un loco, y es difícil pensar que arroje su locura personal sobre todo un país: un país científico, artista, industrial, poderoso como Alemania, si bien es cierto que tuvo personajes peligrosos. Lo de Franco era distinto. Era un hombre mediocre sin rastro de locura, ni siquiera destructora: destruía por cálculo y por oficio, y los que tenían el mismo cálculo y el mismo oficio que él eran iguales. El país no enloqueció. Los que mataron lo hicieron por cordura, que es una de las madres del crimen: los que aprobaron, por ascender de clase o por quitar de en medio enemigos. En la cuestión del Imperio hacia Dios y esas cosas no habría locura, sino propaganda.

¿Y Sadam? Supongo que es tan miserable como los demás. Incluso como Bush, pero sin capacidad. Cuando Bush autorizó a los servicios secretos para que fueran a matarle directamente me pareció horroroso; quién sabe si hubiera sido mejor que arrasar un país. Pero ya está todo decidido: y con ello, destruir la OTAN, la ONU, el Consejo de Seguridad, la Asamblea General y el aznarismo español (no hay mal que por bien no venga, como dicen que comentó Franco cuando le dieron la noticia de que habían matado a Carrero).

* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 12 de febrero de 2003