Habrá que crear un premio en Andalucía para saber qué político merece el preciado galardón de ser investido como Pinocho. A mis compañeros en las lides informativas en el Parlamento andaluz les brindo la idea. De momento, el que parece tener más méritos es Javier Arenas. Un ejercicio de hemeroteca avalaría cuanto afirmo. No se puede prometer una cosa en 1998 y cinco años después estar aún mareando la perdiz con lo que en justicia, y nunca mejor dicho, le corresponde a Andalucía.
El miércoles pasado, en el Parlamento andaluz, se puso de manifiesto que ni llegarán los dineros prometidos en el plazo previsto, ni tampoco las transferencias de políticas activas de empleo. Y encima, tildan, desde la cobardía de la opacidad y el anonimato, a Gaspar Zarrías como pinocho. Viéndolas venir, Teófila Martínez dejó a Antonio Sanz que hiciera la faena. Pero ¿quién es capaz de lidiar este miura? Sanz se está ganando el sueldo, siquiera sea por tener que aguantar carros y carretas, dentro y fuera de su partido.
A todo esto, ¿qué dice Javier Arenas? Aunque mejor sería preguntar qué no dice, porque si se le dejara hablar terminaría por enredar y embrollar todo con el arte de encantador de serpientes que se le supone tiene. Arenas en el zoco de Marraquech se ganaría la vida de forma admirable. Encantador y cuentista de leyendas. Pero hay que entenderlo. Lo está pasando mal. No sabe qué fuegos apagar. Que si la guerra, que si el Prestige, que si los gallegos en armas, que si Andalucía perdida para el PP, que si Piqué, que si los ministros abucheados, que si la televisión nacional (la suya), que si los goyas, que si los arzallus de turno, que si...No corren vientos favorables para Arenas y encima Zaplana le quita protagonismo. Demasiado.
No extraña, pues, que últimamente, cuando aparece en televisión (la suya), la creciente crispación anide en su ceja izquierda, antes de una forma natural. Ahora no. Arenas levanta la ceja como un lord inglés dispuesto a colocarse un monóculo. Su ceja toma la forma de las de Mister Spook en Star III, no mira a los ojos y se pierde en el universo de las promesas.
Pero hoy, mañana especialmente y siempre: haz el amor y no la guerra.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 14 de febrero de 2003