Créame si le digo que tengo auténtica devoción por su trabajo. Tanto es así, que cuando hablaba de usted me gustaba jactarme de que sólo me había defraudado una vez, con la poco afortunada escultura Mujer que da la luz, que, a modo de Cibeles de suburbio, me veo en la obligación de ver en mi barrio.
Hoy, sin embargo, me defrauda usted por segunda ocasión, puesto que, si no le he entendido mal, al igual que sin tráfico de drogas no habría persecución, da usted a entender que el antiterrorismo puede ser también causa de que haya terrorismo.
La primera aseveración es una obviedad. Hablamos de "tráfico" porque entendemos que es ilegal; si no, sería transporte o distribución.
Las ilegalidades se persiguen y, si no se persiguen, es que han dejado de ser ilegales. Hasta ahí todo claro, pero cuando dice hoy que ésa misma es la relación que existe entre terrorismo y antiterrorismo, parece ignorar que son realidades totalmente separadas, entre las que existe una clara relación de causa y efecto.
¿O debemos entender, por contra, que para usted somos los que nos posicionamos contra el terrorismo los culpables de que exista?
¿Sugiere que si les dejáramos en paz, dejarían de actuar así?
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 14 de febrero de 2003