Si hay un entorno urbanístico madrileño que admiran y disfrutan por igual tanto propios como extraños (pregunten a los guías de los autobuses turísticos de Madrid Visión), es la gran avenida que forman los paseos del Prado y Recoletos, y que se prolonga por la Castellana hasta la plaza de Castilla. Su anchura es excepcional, la belleza de sus arboledas y jardines, con las fuentes históricas de Neptuno y Cibeles, y las más nuevas de Colón y de la plaza de San Juan de la Cruz, conforman un conjunto excepcional prestigiado por los museos y edificios públicos que lo flanquean. Ramón escribió que el paseo del Prado hace capital a Madrid.
Ahora, poco a poco, nos vamos enterando los madrileños, primero con curiosidad y después con alarma, de que el proyecto ganador de un concurso del Ayuntamiento convocado para mejorar el paseo del Prado prepara grandes cambios no sólo en la estructura actual del eje Atocha-Neptuno-Cibeles, sino que también aspira a reformar su continuación hasta por lo menos la plaza del Descubrimiento.
Aquí los arquitectos Hernández León y Álvaro Siza pretenden restituir a su centro la estatua de Colón, lo que supone (¿o no es así?) la eliminación de las populares y refrescantes fuentes y cascadas del Descubrimiento construidas en los años setenta. ¿Se imaginan cómo quedará el pobre almirante abanderado, tan decimonónico, en medio de las torres-enchufe de Lamela y las funcionales fachadas de la Telefónica y el Barclay?
Al parecer, lo que importa realmente es que cada plaza del eje cuente en su centro con el monumento correspondiente. Y que la gente se pasee más. Tienen ahora espacio suficiente.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 16 de febrero de 2003