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Crítica:DANZA | 'MARIANA PINEDA'

Taconeo poco convincente

Las adaptaciones teatrales al vocabulario del ballet flamenco son difíciles y pocas veces cuajan. Lluís Pasqual tenía ya a su haber otra incursión lorquiana: la que hizo con Antonio Canales sobre Bernarda Alba. En aquella ocasión también gestionó el ambiente escenográfico, pero con mejor fortuna que ahora. Una enorme celosía neomudéjar y unos paneles de espejos limitan la acción prácticamente al proscenio. La sensación es opresiva, demasiado encima del público todo el tiempo de la acción, y el resultado es frío y hasta embarullado cuando se juntan monjas con soldados.

Ballet flamenco Sara Baras

Mariana Pineda (sobre una idea de F. García Lorca). Coreografía: Sara Baras; música y orquestación: Manolo Sanlúcar; vestuario: Remana Schussheim; escenografía: Daniel Blanco y LL. Pasqual. Guión, luces y dirección: Lluís Pasqual. Teatro Calderón, Madrid. 16 de febrero.

Sara Baras es una buena bailarina que ha sido frecuentemente criticada por su empecinamiento en el uso despiadado del taconeo, un efecto que, a dosis exactas, es gala y virtuosismo, pero que en exceso, se convierte en una tortura y un despropósito estético. Es como si la artista no fuera capaz de medirlo, de autocontrolarlo. Así, provoca una saturación que aplana el resultado, quita los matices y resta dramatismo a escenas que tienen sus propios valores. Esta Mariana Pineda discurre en una tensión luminosa que se explica pero no convence.

En la obra participan tres solventes solistas de reparto: José Serrano, Luis Ortega y Miguel Cañas; éste último destaca por su especial sensibilidad a la hora de bailar junto a Baras y a su particular sentido del braceo, algo que lo ha caracterizado desde sus comienzos, cuando hizo pinitos con la danza moderna y con el arte de fusión, y siempre es un placer volver a verle en escenarios locales. La música de Sanlúcar cumple, pero es algo reiterativa en el dibujo de ambientes. El público, que llenaba el teatro, aplaudió generosamente a la creadora y al conjunto.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 17 de febrero de 2003