Le hemos perdido. No queríamos pensarlo y ahora habremos de aceptarlo. Xosé Novoa, ciudadano, servidor público, solidario, profesional, amigo, padre. La ciudad está llena de él, de sus obras y servicios, de su personalidad, de su capacidad creativa. Muchas otras ciudades acudieron a su escuela, a su ejemplo y referencia. Todos viviremos aún mucho tiempo de su empuje, de su exigencia, de su lealtad.
El Ayuntamiento de Barcelona fue su casa y en ella dejó horas, afanes y muchos hijos: Barcelona Información, el 010, la Guía del Ciudadano, las OAC (oficina de atención al ciudadano), pero también decenas de amigos, de trabajadores públicos convencidos, arrastrados por su entusiasmo, su pasión crítica y su honestidad. Algunos le abandonaron y hasta le hicieron daño. No podía entenderlo. Quizás eso le llevó a la enfermedad y, hoy, a la muerte. Pero vive. A cada paso, en la calle, en cada casa, en plazas, escuelas y bibliotecas. Ahí está y ahí seguirá.
El Ayuntamiento se duele, pero sabe de la maravilla que ha tenido el privilegio de compartir. La ciudad no lo sabe. Xosé, que nació el 19 de enero de 1948 en Monforte de Lemos (Lugo), era además, austero, enemigo de alardes y protocolos. Pero la ciudad lo vive también en ese espíritu de ciudadanía colectiva, de soberanía y libertad que alguien dice que caracteriza a Barcelona.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 19 de febrero de 2003