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Crónica:FÚTBOL | Liga de Campeones

Monumental Raúl

El delantero madridista, con un maravilloso gol suburbial, propició la remontada del Madrid en un formidable duelo

Partidos como éste son los que obligan a levantar un monumento a Raúl, héroe nuevamente de una noche de fútbol espectacular, con dos equipos lanzados a la victoria. El Borussia alcanzó una gran nota en Chamartín, lo que se puede interpretar como un mal presagio para el Madrid en el encuentro que disputarán la próxima semana en la caldera del Westphalen. Si no se llevó la victoria fue porque Raúl encabezó una vibrante reacción. Su gol significó el empate en un momento crítico, un maravilloso gol suburbial, novedoso para un jugador que ha marcado de todas las maneras posibles. Esta vez fue desde el suelo, tirado, de espaldas a la portería. Allí no había nada, pero hubo un gol de Raúl.

REAL MADRID 2 - BORUSSIA 1

Real Madrid: Casillas; Salgado, Helguera, Pavón, R. Carlos; Flavio, Makelele; Figo, Ronaldo (Guti, m. 74), Zidane (Solari, m. 81); y Raúl.

Borussia Dortmund: Lehmann; Evanilson (Ricken, m. 83), Wörns, Metzelder, Dedé; Reuter (Kehl, m. 76), Frings; Ewerthon, Koller, Rosicky; y Amoroso (Reina, m. 67).
Goles: 0-1. M. 30. Pared entre Rosicky y Koller y éste, desde el borde del área grande, dispara raso junto al poste derecho de Casillas.

1-1. M. 43. Raúl recibe el balón al borde del área pequeña, se cae, acosado por Metzelder y Wörns, y desde el suelo consigue marcar.

2-1. M. 56. Figo adelanta a Zidane, que envía un preciso pase desde la banda derecha y Ronaldo, en semifallo, empuja en el segundo palo.

Árbitro: Lubos Michel (Eslovenia). Amonestó a Flavio, Frings, Evanilson y Kehl.

Unos 65.000 espectadores en el Bernabéu.

Todo el partido tuvo el empaque de la Copa de Europa, por incertidumbre, vigor y belleza. El Madrid fue exigido como pocas veces por un equipo que es una ensalada de estilos. Alemanes, brasileños y checos se han reunido en el Borussia, y la mezcla funciona porque los jugadores están en la mejor versión de cada escuela. A los cuatro alemanes -Lehman, Wörns, Reuter, Metzelder y Reuter- les sale el aire marcial que siempre ha caracterizado a su fútbol, gente firme sin ningún talento creativo, pero de eso se encargan en el Borussia los ligeros brasileños -Evanilson, Dedé, Ewerthon y Amoroso- y dos checos que representan el mestizaje centroeuropeo. Se trata de Koller y Rosicky, representantes de un gran país del fútbol, herederos de una fastuosa tradición que ellos honran perfectamente. Uno es pequeño y astuto, este Rosicky que juega al primer toque, con pases dañinos que desconciertan a cualquier defensa. El otro es un Nosferatu de dos metros que da el pego. Le ves a Koller y te imaginas al más pedregoso de los delanteros, el clásico tallo que tiene el dinamismo de un bloque de mármol. Pues no. Koller es un gigante que se mueve con patines, quién lo diría. Y sabe jugar. Pasa bien, tiene su habilidad, maneja el cuerpo con sabiduría, es laborioso y marca goles. En el Madrid ya lo saben. Un excelente derechazo del checo dejó al Madrid en estado crítico. No podía permitirse una derrota y casi tampoco un empate.

El Borussia jugó sin complejos y el Madrid funcionó con el aire febril que necesitaba para ganar el partido. No fue el más ortodoxo de los equipos, ni el mejor organizado. Pero el equipo respondió sin tacha al desafío, que fue de primera. Como suele ocurrir cuando las cosas se ponen feas, Raúl rescató al Madrid del apuro. Es cierto que nadie se borró y que todos sudaron sangre, pero Raúl encabezó la reacción. Su actuación fue heroica. Vigilado por los gigantescos Wörns y Metzelder, casi producía compasión verle en el ring. Al final ocurrió lo de siempre. Raúl les venció por astucia y determinación. Después de una sucesión de remates que fueron desviados por Lehman o se escaparon por un palmo, Raúl se mejoró a sí mismo en un remate inolvidable. Con el tiempo, cuando se hable de los goles que quedan en la memoria, probablemente permanezca su extraño remate en los últimos instantes del primer tiempo, un remate que tuvo la belleza barrial que no se escapa a este maravilloso delantero. Recibió la pelota de espaldas a la portería, encimado por Wörns, que utilizó su corpachón para impedirle el giro. No había posibilidad de remate, y menos cuando Raúl cayó al suelo. Pero ocurrió un imprevisto que superó la lógica alemana. En el suelo, se giró como un gato, encontró la pelota y la golpeó ante el estupor del central y del portero, que no entendió nada de aquel remate. Un gol imprevisto para cualquiera, menos para Raúl, el más eficaz de los jugadores que ha dado el fútbol español.

El empate tuvo la virtud de hacer justicia a un partido de gran juego. El Borussia amenazó durante todo el encuentro al Madrid. Aunque Casillas no se prodigó demasiado, estuvo siempre con la mosca porque el equipo alemán buscaba la portería con decisión y buen fútbol. Koller era un problema difícil de resolver para la defensa y lo mismo sucedía con Ewerthon, un tiro de extremo que obligó a Casillas a una intervención decisiva en el segundo tiempo. El portero salvó el mano a mano y casi el resultado. El Madrid, que necesitaba más que el empate, entró al racheado encuentro que le propuso su rival. Fue una noche de portería a portería, sin tregua, con dos equipos que nunca especularon. El Madrid, porque necesitaba la victoria; el Borussia, porque debe ser su estilo. Algunos jugadores se encontraron un poco fuera de su elemento, caso de Zidane y Ronaldo. Otros estaban en su territorio preferido, como Raúl y Figo. Pero fueron Zidane y Ronaldo los que dieron la victoria al Madrid en una jugada de toda la vida: progresó el francés por el callejón del ocho, cruzó la pelota al segundo palo y allí apareció Ronaldo. Fue un mal remate para un valiosísimo gol que alivió al Madrid, que pareció desesperado en algunas fases de este formidable duelo.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 20 de febrero de 2003