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Rusia confirma que los 118 marineros del 'Kursk' están muertos

Los buzos noruegos logran abrir el submarino

La tragedia del submarino nuclear Kursk, hundido en el mar de Barents con 118 tripulantes a bordo el pasado día 12, tuvo ayer el triste final que todos temían. Desde el crucero Pedro el Grande, el jefe de la Flota del Norte, Viacheslav Popov, confirmó "de forma definitiva" el fallecimiento de toda la dotación del sumergible. Tras más de una semana de informaciones contradictorias e infructuosos intentos rusos, los buzos de rescate noruegos constataron en apenas 40 horas que el Kursk sólo era ya una tumba bajo el mar.

Con el hundimiento del submarino, uno de los más modernos de la flota, se

ha ido a pique también gran parte del orgullo residual de Rusia. Los

submarinistas de Noruega, protagonistas indiscutibles de la operación de

rescate, descubrieron en la madrugada de ayer que el sumergible se hallaba

inundado. Al abrir la escotilla de emergencia de popa, los buzos entraron

en el compartimento número 9, en el que se confiaba que aún quedaran restos

de aire y, tal vez, algún superviviente. Una cámara de televisión submarina

mostró lo que parecían varios cuerpos humanos. El Kursk se mostraba a

través de los monitores como una fosa común submarina de cuerpos

aplastados, hechos pedazos, hinchados y, en muchos casos, irreconocibles.

Todos debieron morir en la mañana del mismo día 12, cuando se produjo el

accidente. Los equipos noruegos y británicos que han acudido al mar de

Barents en auxilio de la Marina rusa han anunciado que no participarán en

las tareas de recuperación de los cadáveres y se planteaban ayer emprender

rumbo de vuelta a casa. El ministro de Defensa ruso, Ígor Serguéyev, salió

ayer en defensa del presidente Vladímir Putin, quien, según dijo, no fue

informado del siniestro del Kursk hasta el día siguiente de haberse

producido. Serguéyev volvió a culpar a un submarino extranjero de la

tragedia.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 20 de febrero de 2003