Estimado señor Rausell. Desconozco si el artículo La guerra del cine (ver EL PAIS 18/02/03) surge de su interés por el cine como cultura o como industria económica, pero me veo obligado a contestarle como profesional del cine, por lo que mi discurso, según usted, es interesado. En primer lugar me gustaría llamarle la atención sobre los términos degradantes e irrespetuosos y sobre todo el grave desconocimiento demostrado, la lectura de cuatro libros y un par de artículos no bastan para conocer como funciona un sector económico o cultural. Me gustaría saber si se atrevería a mostrar la misma ligereza a la hora de teorizar sobre sectores económicos más importantes. Pero claro, si algo caracteriza tanto a los periodistas como a los economistas es su practicidad a la hora de elegir a quien pueden atacar y a quien no. Me gustaría puntualizar algunos aspectos de su profundo análisis sobre el sector audiovisual. ¿Por qué no habla usted de las condiciones reales de desigualdad? ¿Se ha planteado alguna vez que determinados actores norteamericanos hablan mejor castellano de lo que hablaran nunca su propio idioma? ¿O qué un gran numero de las películas norteamericanas que se estrenan en nuestras salas jamás llegan a los cines americanos? Se estrenan en las salas españolas dentro de los denominados paquetes con el único objetivo de alcanzar un mayor precio a la hora de ser vendidas a las televisiones nacionales. Por supuesto con la ocupación de esas salas, donde apenas duran una o dos semanas, restan espacio al cine español que muchas veces se queda sin estrenar. ¿Es eso igualdad, señor Rausell? Por supuesto, no hay problema, porque sigue habiendo muchos McDonald's adonde tal vez podamos ir a pedir trabajo, aunque le advierto, que me han llegado noticias de la crisis de su apreciado McDonald's. No a la guerra.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 24 de febrero de 2003