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Tribuna:DOPAJE | El lado oscuro del deporte profesional

Riesgo de muerte

La efedra, un estimulante derivado de una planta china, no está considerada medicamento por las autoridades de Estados Unidos, por lo que su venta es libre. No hay producto dietético y adelgazante que se precie que no contenga efedra, a veces asociada con cafeína y aspirina. Pero la efedra es peligrosa. La efedrina, derivada de la efedra, fue extraída en forma pura por primera vez en 1887 por Nagai. Su primera indicación fue la de antipirético, contra la fiebre, puesto que hace que se sude. El 8% de la planta efedra presente en los productos adelgazantes es efedrina. Es una sustancia similar a la adrenalina y sus efectos estimulantes son parecidos a los de la anfetamina. Puede reducir la sensación de fatiga e incrementar la concentración. Aumenta la frecuencia cardiaca y la fuerza de las contracciones del corazón. Aumenta la presión arterial. Hace que el organismo produzca más calor. Usada por una persona obesa e hipertensa y, asociada con cafeína y aspirina, que aumentan sus efectos estimulantes, es un producto peligroso. Estimula al organismo de manera incontrolable y durante el ejercicio en personas con poca capacidad aeróbica puede provocar problemas cardiovasculares y una ganancia de calor que desemboque en el fatídico golpe de calor.

Se puede considerar a la efedrina una alternativa oral a la adrenalina, que sólo existe en forma inyectable, y al igual que ella estimula la lipólisis, moviliza las grasas, lo que los fabricantes llaman efecto quemagrasas. En 1996, cuando trabajaba en la Universidad de Texas, en Austin, publiqué junto a González-Alonso, Below y Coyle un estudio sobre el efecto de la adrenalina en la forma en la que el organismo se libra del calor que se produce durante el ejercicio (termorregulación). A siete ciclistas bien entrenados les inyectamos adrenalina y se pusieron a pedalear a una intensidad moderada. La temperatura exterior era de 33 grados. A las dos horas su temperatura corporal, la fiebre, había subido a 40 grados. Se les habían contraído los vasos cutáneos, que son fundamentales para la dispersión de calor y había comenzado el proceso que se llama golpe de calor. Nuestro organismo sólo puede funcionar de manera normal de 34 a 41 grados centígrados. Por encima, las proteínas, que son nuestra maquinaria celular, se desnaturalizan, se desenroscan y comienzan los problemas multiorgánicos. No funcionan los factores de coagulación. El cuerpo no suda. Es el conocido efecto de piel blanqueada. Hay peligro de muerte.

Ricardo Mora es fisiólogo del ejercicio de la Universidad de Castilla-La Mancha.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 24 de febrero de 2003