Hoy estoy triste, pues la clausura cautelar de Euskaldunon Egunkaria ha mermado de un plumazo la pluralidad del panorama editorial vasco y nos ha privado de la posibilidad de informarnos diaria e íntegramente en euskera. Hoy estoy triste, pues se ha herido de muerte a un proyecto empresarial que, al margen de otras consideraciones, empleaba con dignidad a muchos trabajadores que ahora ven peligrar su futuro laboral.
No quiero abordar el fondo jurídico del asunto, pues carezco de base teórica y desconozco por completo si existen o no relaciones de índole personal u organizativo entre las sociedades mercantiles suspendidas y ETA. Sin embargo, deseo mostrar la intranquilidad que me provoca la sensación de que en los últimos tiempos la lucha antiterrorista permite diluir premisas que hasta ahora creía fundamentales en un Estado democrático como la libertad de opinión, la presunción de inocencia o la separación de poderes.
Quiero expresar mi solidaridad con sus trabajadores y mi apoyo a su iniciativa de seguir presentes en los quioscos bajo el nombre de Egunero. Y es que hoy estoy triste y me siento menos libre.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 24 de febrero de 2003