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Philippe Starck convierte su antológica en París en una gigantesca instalación virtual

El Centro Georges Pompidou revisa 30 años de diseños del creador francés

El área de diseño del parisiense Centro Georges Pompidou llevaba años intentando convencer a Philippe Starck (París, 1949) para que se prestase al juego de la antológica, pero se resistía. "Mi museo particular es el salón, la cocina o el cuarto de baño de los demás. En ningún caso podía aceptar hacer una exposición consistente en un show-room de muebles", dice Starck. Y la solución ha consistido en ocupar la sala de 800 metros cuadrados que le han ofrecido, vaciarla de todo, cubrir los ventanales con espesas cortinas y luego colgar del techo 11 grandes pantallas de plasma. Debajo de cada pantalla, un busto parlante de Starck, filmado con características holográficas, en relieve, hablando sin parar, discurriendo sobre los objetos que desfilan por las pantallas, creados desde sus primeros prototipos de 1967.

El discurso starckiano -más de cinco horas de material- le permite estar a favor de uno y su contrario, buscar la línea más estilizada y minimalista posible para a continuación reivindicar el mal gusto popular y barroco de los enanitos de jardín reconvertidos en taburete. "Me muestro desnudo y crucificado", resume Starck ante ese despliegue múltiple de su imagen y pensamiento contradictorio, que tiene como único nexo el humor del descreído. "De lo que no cabe la menor duda es que cuando se habla, se miente".

Los comentarios de Starck son ingeniosos y rápidos, dotados de un notable sentido autocrítico. Por ejemplo, el calentador de agua Hot Bertaa es presentado como "seguramente el peor objeto que nunca he hecho" porque "quise hacer un objeto escultórico, hacerme notar, demostrar mi talento" y eso le llevó a inventarse "una explicación a posteriori sobre el aerodinamismo inmóvil que sirviese para justificar un objeto que funciona mal".

Ciertas fórmulas le molestan cuando se convierten en paradigma de "buen gusto, de la única buena manera de pensar". De ahí su irritación ante la apología "sistemática de la depuración. Formas cada vez más puras. ¿Por qué no? Pero esas formas acaban por ser también cada vez más pobres. Cuando se va hacia lo mínimo se cree que se va hacia la esencia, hacia la verdad, que eso no es una moda cuando es una moda como cualquier otra. Además, ese entusiasmo por depurarlo todo, cuando coincide con las campañas de depuración étnica en la antigua Yugoslavia, entonces tienes ganas de ir en dirección contraria".

Monstruo o fantasma

Su edificio Nani Nani, levantado en Japón, responde al deseo de evocar a Godzilla, un "monstruo por el que tengo mucha simpatía. Nani Nani es el grito que pronuncian los japoneses cuando se encuentran un fantasma, algo que les sucede a menudo. Es un edificio que he recubierto con una materia mezclada con cobre, que se oxida, que da vida al inmueble, que va manchando lo que yo he dibujado como sus raíces, de manera que se transforma y flota, como un monstruo o fantasma".

Sobre si el azar hace bien o mal las cosas, sobre si esa oxidación será o no un éxito estético, Starck no se preocupa porque "en Japón la arquitectura no topa con límites culturales. Parten de un principio inteligente, que es el de la ciudad autolimpiante, que conserva lo que vale la pena y destruye lo malo".

Starck dice de sí mismo que es "un soñador" y se declara "muy influido" por su " maestro Philip K. Dick", el novelista estadounidense de ciencia-ficción.

Los visitantes de la exposición son abordados por varios actores. Uno de ellos desmiente siempre a Starck, contradice su discurso, subraya sus imposturas, intenta convencernos de que nada hay que reverenciar en el trabajo del diseñador. "En cualquier caso, vengan y escuchen al gordito pretencioso que dice haberlo inventado todo". Otro se pasea como un exhibicionista clásico, con su larga gabardina que abre ante nosotros para mostrarnos "las intimidades del diseño", lo que ha costado fabricar un objeto, su fragilidad o su definitiva inutilidad.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 27 de febrero de 2003