Como madrileño me siento orgulloso de la actividad que experimenta mi ciudad.
Últimamente es extraña la semana en la que no se produce alguna actividad de carácter cultural, cívico y participativo por sus calles.
Madrid sigue siendo una vez más el rompeolas de las Españas, donde gente de toda la nación converge de forma activa, participa de la vida común y exige que se oiga su voz.
Esto es algo que me hace sentir orgulloso de mi ciudad y de mi país, de mis conciudadanos. Pero hay algo que me preocupa y es el posible aborregamiento, la posible instrumentalización que se haga de tales manifestaciones y lo que es peor de sus participantes.
Hay que respetar las manifestaciones pero también a los manifestantes, que sean librepensadores, no borregos.
En la última gran manifestación de Nunca máis, abundaron las omnipresentes banderas nacionalistas, apenas hubo algunas de la república española y ninguna de la actual España democrática.
Además, referencias a Gibraltar, responsable último del tráfico pirata, ninguna.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 1 de marzo de 2003