Existía una clasificación tácita según la cual, en materia de gestión en servicios públicos, la iniciativa privada conseguía el primer lugar, seguida del Estado; tras él, la Administración local; y finalmente, los servicios administrados por la Generalitat, a la que se le perdonaba por haber sabido construir un país apacible.
Ha estallado por los aires el aura de buena gestión de los servicios públicos del Estado: el AVE a Lleida naufraga tanto como el Prestige o los horarios y métodos de los servicios de sanidad.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 2 de marzo de 2003