Cuando me llegó la precariedad de la provisionalidad, no teníamos ayuntamientos democráticos, ni existían los gobiernos autonómicos. La provisionalidad me llegó con la dictadura. Aunque consentida, no había otra salida, me la impusieron sin tan siquiera poder protestar por ello. Al menos ahora me permito el lujo de hacerlo escribiendo, aunque con escaso éxito, a la vista está, pero no crean que sin recelo, todas aquellas quejas que no pude hacer a unas administraciones que ya no existen. La provisionalidad de la plaza de abastos cumple 30 años, cuando los ayuntamientos democráticos ya tienen 27 y 25 el gobierno autonómico, por la vía del 153, sin que por ello se haya significado, en ningunos, este penoso asunto, de forma tan suficientemente en serio, como para merecer la consideración de que se le estuviera dando una solución.
Aparte de los posibles espurios intereses que la rodearon, no cabe duda alguna de la enorme ineptitud demostrada por las distintas administraciones a lo largo de tantos años, ni el más que inexplicable silencio de los placeros, en un tiempo que disfrutamos de ayuntamientos y gobiernos autonómicos democráticos.
¿A quien se le piden cuentas? Primer verso de la segunda estrofa: Los andaluces queremos / volver a ser lo que fuimos.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 4 de marzo de 2003