Alguien podría considerar que la situación de Dusminguet es incómoda. No encaja en las radiofórmulas por su aroma antiglobalización y por su sonido callejero. No encuentra apoyo en programas más selectos por su populismo y por, bueno, su sonido callejero. Pero vende cantidades respetables de discos como su reciente Go; además, acoge prometedores grupos laterales como Ensadilla So Insistent.
Pese a quien pese, Dusminguet funciona: llena locales como Arena y deja babeando a un público encantado, que ansiaba más bises. En esa petición, resistió largo tiempo las insistentes invitaciones de los responsables de la sala para que tomara rumbo a la calle. El secreto: tocar sucesivamente cumbia, reggae, rumba, rock, sardana, son, ska, merengue, jazz y mucho más. También ayuda su sentido del humor y el tener enfrente unos seguidores enterados, que celebran su repertorio políglota y que explosionan con las subidas rítmicas y los estribillos coreables de un concierto vertiginoso. Y no se trata del acelerón punki que Manu Chao propina a su cancionero. Aquí hay contrastes y cada tema tiene su desarrollo, sea una invención propia o una clásica como La colegiala. De hilo conductor, el acordeón verbenero y la voluntad de comunicar con un personal dispuesto a tener su fiesta.
Dusminguet
Sala Arena, 6 de marzo. Madrid.
La tropa de Dusminguet no se parece a ese público fashion en el que la publicidad tienen depositada toda su confianza. Sin embargo, había quien se asombraba de que allí no hubiera a la venta camisetas ni demás merchandising. Nada que objetar: el consumismo también sirve para afirmar una diferencia, la identificación con una banda que predica el genuino buen rollo y la tolerancia musical.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 8 de marzo de 2003