Cada día transcurrido se me hace más difícil, insoportable y odioso el escuchar los informativos. Cada instante entiendo más y más hasta dónde puede llegar la mezquindad humana, y sospecho que ésta puede alcanzar niveles impensables. ¿Cómo el mundo puede presionar a un país devastado por el embargo, las guerras y la corrupción de sus dirigentes a que se desarme? ¿Cómo se nos puede intentar convencer de que puede representar un peligro para el resto de la humanidad?
Yo sinceramente me pongo enferma cuando oigo las presiones para el desarme de Irak. Pero el mundo sigue insistiendo en ello. Nadie le dice a Bush que elimine sus armas fatídicas y letales, ¿es que solo él está en posesión de impartir justicia para todos? Pero bueno, qué más da, creo que de todas formas, como presume de que el ataque a Irak podrá ser por la noche, dejará con su misil, bomba eléctrica, o lo que sea, a la población a oscuras y cubierta de una campo electromagnético que los aislará del resto del mundo, matándolos en silencio y sin que se enteren, una forma de ejecutar a la población bastante humanitaria, y supongo plenamente aprobada por la Convención de Telepredicadores a la que últimamente asistió "nuestro presidente mundial".
En estos momentos, no puede sino sentir un gran desprecio por Bush y el resto de mandatarios que lo apoyan, y desearles que sufran en sus propias carnes algún día, el dolor que han causado y sin duda causarán a la población inocente que sólo tuvo la mala suerte de vivir en estos momentos en un lugar llamado Irak.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 14 de marzo de 2003