Me llamo Jesús María López, tengo 40 años y discapacidad psíquica, y antes de empezar a hablar del tema quiero decir dónde trabajo y qué hago con mi trabajo. Yo trabajo en la Fundación Carmen Pardo-Valcarce.
Soy un chico de una fundación que tiene psicóloga, profesionales, y dentro de los profesionales, que son muy buenos en su trabajo, los monitores, que son los que tienen que luchar con nosotros y aguantarnos, los queremos y son unas excelentes personas, y Carmen, la directora, es una maravillosa persona que nos trata con mucho cariño, y también María Luisa y Luis.
Yo trabajo de carpintero haciendo mesas y sillas y muchas más cosas. Tengo mi sueldo y mi Seguridad Social.
Y, aparte de mi trabajo, yo vivo en un piso tutelado en Tres Cantos, de la Comunidad de Madrid, y tenemos una lista de tareas que hay encima de un tablón que nos dice lo que tenemos que hacer: la lavadora, y fregar el suelo, los baños, fregar la cocina, limpiar el cuarto y el pasillo, planchar y tender la ropa, hacer la cama, ir a la cena, etc.
En el club de ocio vamos al cine y al teatro, y también hago autogestora y recibo clases del euro.
Voy al médico solo, cojo el transporte público solo, voy con amigos solo, sin acompañarme los monitores, puedo hacer viajes solo, puedo controlarme las medicinas solo, y si hay algún problema, puedo resolverlo solo, si no es muy gordo.
Ahora voy a explicar por qué escribo esto: preguntará la gente que vive dentro del mundo que está formado por la sociedad qué quiero conseguir hablando sobre mí, pues se preguntará la gente que vive dentro de la sociedad qué gano escribiendo este artículo; y yo le digo a la gente que vive dentro de la sociedad que se trata de saber diferenciar a las personas con más o menos discapacidad psíquica.
Que no nos miren raro, porque podemos hacer muchas cosas, y que no somos inútiles, porque si se nos ayuda podemos ser igual de útiles y hacer cosas.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 16 de marzo de 2003