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AMENAZA DE GUERRA | El debate en Roma

Berlusconi intenta conciliar el apoyo a Bush con la ONU y la UE

El primer ministro italiano intenta ahora pasar a segundo plano

Las llamadas telefónicas del presidente Bush ya no son recibidas con entusiasmo en la sede del Gobierno italiano. Precisamente ahora, cuando el inquilino de la Casa Blanca se muestra más solícito y comunicativo -en el plazo de cinco días ha llamado dos veces a su homólogo italiano-, en Roma se da poco relieve a estos gestos de confianza. Mes y medio después de firmar la famosa carta de los ocho, Silvio Berlusconi intenta mantener un equilibrio imposible entre Bush, la ONU y el bloque no beligerante de la Unión Europea.

La posición italiana en la crisis de Irak ha entrado en una esfera nebulosa que nadie acierta a penetrar. El propio Berlusconi, que se declaró hace un par de semanas en total sintonía con halcones como Tony Blair y José María Aznar, ha calificado después de "nefasta" una guerra sin el aval de la ONU. Lo que desde fuera se percibe como ambigüedad es, sin embargo, máxima coherencia, según el portavoz de Forza Italia, Sandro Bondi. "El Gobierno intenta lograr una solución pacífica en el ámbito de la ONU, sin dejar de lado la solidaridad entre Europa y EE UU". Un loable esfuerzo que aclara poco, dada la actual división en el Consejo de Seguridad y en la UE. Lo que obliga a repetir la misma pregunta: ¿de qué lado está realmente el Gobierno de Roma?

La oposición de centro-izquierda reclama inútilmente "luz y taquígrafos" y acusa al Gobierno de no ser "ni carne, ni pescado", como dice el presidente de los Demócratas de Izquierda, Massimo D'Alema, que apoyó sin rechistar la guerra de Kosovo en 1999, cuando era primer ministro. "No quieren disgustar a los estadounidenses, ni tampoco a los sondeos. Pero ha llegado el momento de tomar partido. Porque si no, se termina por no ser invitado ni por Bush ni por Europa", añade. Con la opinión pública contraria a la guerra y unas elecciones municipales y regionales en puertas (el 25 de mayo), el Ejecutivo parece cómodo en esta tierra de nadie. "Es normal adoptar cierta cautela en política exterior", opina el ministro de Relaciones Comunitarias, Rocco Buttiglione. "Hay intereses que defender, como una posición geográfica difícil, y luego se aproxima el semestre de presidencia de la UE". Berlusconi sueña con que se firme en Roma la nueva Constitución Europea y teme que una guerra unilateral le estropee la fiesta.

Sólo el ministro de Defensa, Antonio Martino, se ha declarado a favor de un ataque a Irak, aunque las malas lenguas dicen que pensando en su candidatura a la secretaría general de la OTAN. Italia apura su margen de maniobra, pero cada vez la presión de los que quieren saber dónde está su país se hace más insistente. "Es necesario elegir entre las dos únicas opciones", escribía ayer el editorialista de Il Corriere della Sera, Paolo Franchi. "La primera es la de desafiar valientemente a la impopularidad (les ocurre a los verdaderos estadistas) y reafirmar la plena solidaridad con los EE UU"; la segunda, añadía, es "decir con claridad (también esto les ocurre a los verdaderos estadistas) que Italia no está de acuerdo con una guerra sin el mandato o el aval de la ONU".

* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 17 de marzo de 2003