Después de leer los anuncios sobre las visitas guiadas de la exposición de Vermeer en el Museo del Prado, decidí llamar 15 días antes y reservar dos entradas para el lunes día 10 de marzo a las 3.30 de la tarde. Como me dijeron, estuve allí cinco minutos antes para que me entregaran las entradas que ya me habían cobrado con cargo a mi tarjeta de crédito. Al llegar había una gran cola que no se movía y ya eran las tres y media. La gente de la cola estaba enfurecida. Como pasaba el tiempo y no entrábamos, decidimos preguntar qué pasaba y pedir el libro de reclamaciones.
Nos dieron una hoja de quejas y sugerencias en la que pusimos lo que nos había sucedido. A las cuatro de la tarde, y después de muchas discusiones sin que nadie nos aclarara nada, entramos a ver la exposición.
Todos los que estábamos allí nos sentimos estafados porque la visita no fue guiada, como nos dijeron cuando llamamos y pagamos la entrada. Nos sentimos avergonzados del estado del arte en nuestro país y concretamente este museo, que desde luego no es la mejor pinacoteca del mundo...
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 17 de marzo de 2003